Las deudas por cobrar: Tierras de fuego empieza con correcta dirección, pero floja historia


Por: Antón Vélez Bichkov  

La TVC está llena de deudas. Deudas con el movimiento agrícola, con los maestros, con los médicos y con cuanto sector social exista. Esas deudas, las paga periódicamente elaborando programas/telenovelas que (des)enfocan  tal o más cual sector de la sociedad, no siempre por un compromiso genuino, sino más bien por obligación. La única que no parece saldarse es la deuda del oficio novelero que Cuba ayudó a fomentar y con su público, ‘tan sufrido’ y no precisamente a base de melodrama. 

Tierras de fuego empezó. Tierras de fuego terminó. La rimbombante campaña de lanzamiento (buena novedad) creó una expectativa que el primer capítulo no satisfizo, amén de su notable fotografía, algunas actuaciones y par de diálogos ocurrentes.

Didácticos, con su toque guajiro y un mínimo esbozo del conflicto, los 27 minutos del estreno parecieron demasiado largos para tan poca anécdota. 

Pudiendo partir de un detonante, la dupla de escritores prefirió regodearse en la bucólica vida campestre de esta cooperativa excesivamente clean e idealizada. 

Una Pasión de gavilanes con montaje del MINAGRIC y escenas De sol a sol. La indumentaria cowboy, la computadora, el teléfono-pizarra y otras ‘licencias poéticas’, pueden pasarse por alto. 

Más difícil es oír diálogos que flirtean con la novela por sindicatos a lo Maité Vera. Ojalá no vengan las asambleas de producción y las emulaciones fraternales. 

Para espabilarnos –y sólo al final– un adulterio (ese viejo, pero gastado amigo del culebrón). Mientras… ‘crónicas de una tormenta anunciada’ (lo que allá por Parlamarito, bien lejos en el horizonte y a varios capítulos de nuestra pantalla). 

Quien se leyó Juventud Rebelde o buscó en Internet, conoce la espina dorsal, pues ni elenco, ni equipo, tampoco ‘adelantaron nada’. Como ya es habitual, prefieren ‘seducirnos con silencio’, olvidando que parte del juego es anticipar. Sólo así se atrapa a un espectador cada vez más renuente y preso a las mexicanadas.

La TV ‘por la libreta’ está en franca extinción. Hasta el Noticiero ‘reconoció’ ayer, que el DVD y la ‘memoria’, hacen estragos y no sólo en La Habana. El reporte vino de ¡Guantánamo!  

No bastan entonces ‘amor y esfuerzo’ para convencernos de ver algo. Tanto en Santa María… (un mayúsculodislate) como en Tierras de fuego, la idea ha sonado más de la cuenta. Casi un chantaje emocional: les tiene que gustar, porque mucho que penamos para hacerla. La pregunta sería: ¿y quién los mandó? 

Hace falta Novela (con mayúscula) y novela que conquiste. Hacen falta contenidos exclusivos y de calidad, para dar la batalla a la antena y al servidor pirata.  

Hasta ahora, las cubanas andan más que rezagadas con respecto a sus colegas, incluso las más primarias. Tanto en contenido, como en forma. Falta know-how y no es la escritura en equipo lo que va a salvar el dramatizado nacional.

Si por ello fuera, Con palabras propias, también co-escrita por Joel Monzón habría sido. Y sencillamente no fue. Con Ángel Luis Martínez, que viene con ‘fama’ de la radio, quizás la cosa cambie.

Pero la radio es una navaja de doble filo, sobre todo cuando se encuentra cara a cara con la TV. Justo, por no tener cara alguna. 

Pocos hacen la transición sin deberle a la imagen que generalmente no manejan. Incluso, siendo la radio toda voz, sus escritores siguen sordos para el buen diálogo y la conversación con sustancia. 

En el tránsito a la TV la radionovela le impone su simplismo narrativo y su ausencia visual. Y ni la fuerza del diálogo salva tal carencia, pues éste también deja que desear. 

Es aquí que el director ha de hacer malabares para convertir en acciones una columna izquierda generalmente desnuda o pobremente delineada. 

De las situaciones ni hablemos ¿qué hacer con ellas, reescribirlas? 

Tampoco se niega la gran contradicción director/guionista. 

En Cuba aún no está claro el rol fundamental del segundo y generalmente no se le respeta su obra.

Al parecer en Tierras de fuego, ha reinado mayor armonía entre ambos. Así como con los mecanismos de producción, sin los que todo queda en idea.

Mérito de Héctor Alfonso (productor), fue articular la primera novela cubana que se estrena sin terminar. Sería mayor ventaja si se pudiera enmendar por el camino. Pero aún no se llegó a esa etapa.  

Mérito de Miguel Sosa (director) fue reunir un elenco de conocidos y novatos. Entre caras frescas y maduras – la mayoría en personajes que les son afines – el texto seguramente se hará más llevadero (aunque todo está por delante). 

El primer capítulo no dio chances de brillar a casi nadie. Pero ya se intuye por dónde vendrán las mejores actuaciones (ojo con el núcleo de veteranos y Saúl Rojas, de estreno en la TV).  

Otro punto alto es la estética. Sosa, se decidió por una novela agradable a toda costa y lo logra. Entre los jugosos colores de la vegetación, esa cascada de sueño y  los gratos tonos de la escenografía, el primer episodio refrescó las agruras de Santa María del Porvenir. Y ya por eso vale. 

La presentación fue la que quedó bastante convencional (incluso kitsch). Muy Televisa las caritas insertadas en medio de escenas de acción. El logotipo apenas se elaboró y la música, más que rosa, para una novela que se anuncia pasional y vibrante (aunque por ahora sólo sea sólo eso: anuncio).

No es el que el género guajiro esté en apogeo, pero podría explotarse más la riqueza de la música rural (para estar más a tono con la historia). Un buen ejemplo a seguir sería Guajiro de Sexto Sentido, a medio camino entre modernidad y tradición.  


Una deuda que sí paga Tierras… es la deuda histórica del galán. Aquí por falta de uno, habrá tres. Quizás sea esta la primera novela cubana que se ha preocupado en serio con los galanes. Un galán vende. ¡Y cómo vende! 

Quien tenga dudas, remítase a otra ‘terra’, Terra Nostra, que gracias a sus ‘rostros de película’ (tanto de hombres, como mujeres) conquistó a medio mundo con su historia boba, pero bien empacada. 

¿Logrará la cubana al menos conquistarnos a nosotros y saldar la vieja deuda del folletín? 

PS. El segundo capítulo va por el mismo camino: muchas escenas, poca sustancia... 

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