Mañeña con Alexis... humor garantizado |
El cubano ha perdido el hábito
del humor inteligente. Háblale de la televisión, de los viajes, del ‘hurto y
sacrificio’, de las carencias y penas y tendrás la risa segura. Ah, pero si te
sales dos pasos del guión preestablecido (y consiguientemente digerido), será
un poco más difícil hacer reír. Sólo así se explica que el balance de risas en
un espectáculo de Osvaldo Doimeadiós favorezca a Miguel Moreno, su invitado,
como pasó en días recientes en el Karl Marx. (leer más)
No es que Moreno no sea un buen humorista. Lo es. Sólo que Doimeadiós – me atrevo a decir – está en un escalón intelectual e histriónico superior a la mayoría de sus colegas cubanos. Y es obvio que la expectativa aumenta y una expectativa alta debería ser el móvil para ir a verlo.
Tres días a lleno total en el
‘teatro de los grandes acontecimientos’, prueban que Doime, como le dicen,
mueve público. Pero el público, según parece no se mueve al mismo ritmo que él.
Como sucede con Pablo Milanés, sus nuevas cosas causan extrañeza e incluso
establecen cierta distancia. Ahora, a diferencia de Pablo, Doime está en plena
forma creativa con una agudeza y síntesis envidiables dignas de una mejor
recepción.
Mejor prueba que su personaje
Mañeña (nuevo para muchos, pero con casi 20 años de historia), difícil
encontrarla. Una criatura hilarante, deliciosamente delineada (y mejor actuada)
debería arrancar de la platea las más sonoras carcajadas. Sin embargo – y esto
lo pudo constatar el mismo cómico las tres noches que duró su show – a pesar de
las risas, la reacción no fue la misma que, por ejemplo, en el programa de
Alexis Valdés de la TV
de Miami.
Podría decirse que Mañeña fue una
verdadera sensación con sus ocurrentes confusiones con los objetos de uso
cotidiano que le envía su amiga Hortensia la de Arizona. Es obvio, que la
contrapartida, el contexto y algunas referencias muy puntuales hacen más
intensa la recepción.
Aquí Mañeña se echa el peso del chiste sola, mientras que
con Alexis, contaba con la ya clásica ‘pala’ (el elemento serio, que asegura el
balance y la efectividad del chiste). Tampoco tiene la cámara en plano medio
(esa cómplice indiscreta, pero segura) que da hasta el más mínimo detalle de la
brillante interpretación.
Pero aquí parece que el público,
muchas veces, sencillamente no captaba el humor de María Leticia Águila y
Dragones, creadora de la
Mapolo-13 que desde el mismo nombre ya nos está haciendo
reír.
Pasa con frecuencia, que en el
teatro o el cine, momentos dramáticos arrancan risotadas desfachatadas y el
humor agudo pasa, cuando menos inadvertido. Se percibe una caída en los niveles
de lectura y percepción del público cubano (lo cual se expresa en la emergencia
de novelones mexicanos, programas de auditorio y reality shows de la peor
calidad que dominan la mayoría de los DVD caseros). Mas, sin la idea es ir a
ver a Doime… no es para reírse de la calidad
del pan o ceder de nuevo ante los chistes de orientales y/o palestinos.
La risa no se puede forzar. Como
no se puede forzar el gusto en términos generales. Eso sí, el gusto se educa y
se cultiva. No es ni un regaño, ni mucho menos una exigencia. Es tan sólo un
llamado a una cierta coherencia estética, que permitirá para un futuro
disfrutar más y justipreciar un talento como el de Doime que, sin dudas, por
ahora no tiene parangón.
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