Por:
Antón Vélez Bichkov
Mi idea no es hacer un tratado de la crítica. No tengo la capacidad para ello. Más bien es llamar la atención a la crítica desinformada que, no por ello, deja de tener impacto y carecer de la humildad suficiente para no ser despiadada (incluso aquí, donde ésta es impresionista, connivente y raras veces contenciosa.... - le falta la frontalidad que merece la falta de oficio que se ha hecho endémica en los medios, sobre todo, pero también en otros ámbitos artísticos).
Todo en la vida tiene reglas. Hasta el arte. Sobre
todo el arte. Saber las reglas y aplicarlas es lo que define calidad y
maestría. Pero, por una rara contradicción, la crítica no lo asume de ese modo.
En concreto, la que lidia con la industria cultural - nominalmente TV, cine
& música.
Cierto, que en el mundo se hace mucha porquería.
Dicho en buen romance. Artesanía barata, hecha para rellenar los modernos
estantes de la comunicación. El inventario es infinito y para nuestra
desgracia, satura los espacios, crea monopolios y con la falta de opción, lija
los cerebros, cada vez menos aptos para la diversidad y producción consciente.
Repetir y alienar. Esas son las palabras de orden.
No es menos cierto que es el propio 'género humano',
amén de esfuerzos conscientes para degenerarlos, no se ayuda mucho. A pesar de
las campanas del Apocalipsis, con que muchos anuncian el fin de la historia,
una mirada escueta al pasado nos recuerda que, de siempre, la masa ha sido
iletrada, pasiva, expuesta al dominio y sin atisbos de reacción. Sólo en
momentos claves. Y apenas responde a esos cuasi instintos, en calidad y grado,
con una única variación en los volúmenes tanto de individuos, como de datos
disponibles (que no conocimiento). Nunca ha habido tanta información circulando
en el mundo.
O sea, que no estamos ahora en la crisis definitiva.
La crisis se hace evidente por el contraste con ciertos segmentos que, como
entonces, han estado a la vanguardia, y
que en las últimas décadas han marcado un paradigma de referencia. La evidencia
que ganaron y la masificación de la cultura en términos sociales y económicos,
han establecido 'otras reglas' para calificar las cualidades de ese producto.
El arte es 'subjetivo'. Los ingenieros juzgan a
partir de cálculos, los médicos de la fisiología... los críticos juzgan a
partir de su muy personal criterio que, raras veces, viene salpicado de las
nociones de lo que analiza.
Al sentarse a leer una crítica audiovisual o
musical, no encontraremos elementos que expliquen la buena, regular o mala
aplicación de esas reglas que mentamos al comienzo. Leeremos todo el repertorio
de percepciones y parcializaciones que traducen las imperfecciones de su ser en
relación al producto consumido. 'Yo y mis circunstancias' (precisamente en ese
orden).
Por eso la crítica cultural es contradictoria. Juro
que nunca he criticado algo por lo que 'no es'. He tratado de juzgar a partir
mi conocimiento de lo que analizo. Obvio que mi repertorio (en el sentido más
amplio) sale a relucir y eso puede establecer un contraste, incluso una barrera
con el lector y el creador que siempre te asumen tendencioso, cuando en
realidad buscas, dentro de la 'objetividad' de esas 'reglas', evaluar sus
niveles de realización/ concreción.
Los niveles de información varían. Lo que sé yo, no
necesariamente lo sabe el otro. Cuando existe disonancia entre esa información
y lo que se ve/ oye, surge una brecha y un motivo para la censura.
También varían los enfoques. Saber y soslayar, por
un propósito marcado, siempre que se logre, es aceptable. Puede llevar a la
evolución de lenguajes y formas. Si bien no todo logro de ese tipo implica un
mérito. Puedes materializar tus ideas, pero estas estar divorciadas de un
sinfín de factores que lo harán válido o no, según el momento y las
circunstancias.
Mi idea no es hacer un tratado de la crítica. No
tengo la capacidad para ello. Más bien es llamar la atención a la crítica
desinformada que, no por ello, deja de tener impacto y carecer de la humildad
suficiente para no ser despiadada (incluso aquí, donde ésta es impresionista,
connivente y raras veces contenciosa.... - le falta la frontalidad que merece
la falta de oficio que se ha hecho endémica en los medios, sobre todo, pero
también en otros ámbitos artísticos).
Desde adolescente leo todo lo que se publica de TV.
Y creo que 'aprendí' un poco con cada uno. Más a darle forma que a articular el
criterio. Hoy, con el paso de los años y la experiencia de muchos saberes,
constato con espanto, de cuán poco preparados están no sólo creadores del medio
audiovisual, sino de los que tienen que 'calificarlo'.
La música no la toco, aunque mi mención al
principio, viene dada por la gran interacción con la crítica musical brasileña
una de las más 'sinceras' y al mismo tiempo descarnadas que operan en un
registro ambiguo entre las militancias del 'arte comprometido', su inexorable
vocación por las etiquetas - eternas algunas de ellas, al punto que rotularon a
más de un artista de por vida - y un elitismo snob, que hace muy cuestionables
sus juicios.
Para criticar, lo primero que se requiere es de
sentido común. Alguna 'inspiración artística', también vale (aunque no valga el
'artista frustrado', como muchas veces llaman a los analistas). Pero, sobre
todo, instrumentos de análisis - no tanto de las teorías y doctrinas, sino el
'comme il fault' de la radio, cine o TV.
Ud. puede conocer todas las etapas de la literatura,
operar con facilidad con conceptos sofisticadísimos sobre el arte, pero si Ud.
desconoce las elementales partes de un guión, no podrá decir si la película
está 'bien' o 'mal'. Ud. se hundirá en su propia verborrea y venderá su
criterio como la Verdad en mayúsculas, pero difícilmente le explicará a la
'masa' el porqué tal o más cual producto es apto.
Me horroriza leer comentarios sobre las telenovelas
que se pasan la vida reclamándole por ser telenovelas o reseñas de discos
románticos deplorados por sus excesos de sacarina, cuando en sentido estricto,
debemos centrarnos en descubrir si se hizo bien o mal.
Dentro del espectro romántico hay desde un Nelson
Ned hasta una Simone - víctima de ese tratamiento generalizador, que no se
detiene a descubrir los matices de la obra, sino a recalcar el estereotipo que
una vez acuñado es difícil de desterrar.
Me espanta igual esa complacencia cubana, pautada
por una falta notoria de costumbre de criticar, en que llueven adjetivos, muchos
en superlativo y con sabor promocional - en especial en el mundo musical, en el
que a pesar de lo que digan se hacen muy poca música realmente interesante
(incluso aquella que por definición - acuñada por los 'especialistas' - es
interesante a la fuerza: ahí entran jazzistas, trovadores, algunos cancioneros
y par de agrupaciones bailables que, como definió un colega son más mitómanos
que mitos que al haber alcanzado la categoría de los dioses, hoy son casi
intocables, aunque su creación ande por el piso).
Me choca que se equipare aceptación popular con la
calidad de la obra (algo que hemos venido oyendo con relación a Latidos compartidos,
UNO y De amores y esperanzas, particularmente comprometida en todas sus aristas
desde el guión deficientísimo de su propia directora, hasta la dirección en que
ésta prueba su incapacidad, incluso, para defender a su criatura, algo terrible
en una TV en que el matrimonio entre el guionista y el realizador, se rompe por
la falta de compromiso del segundo con la obra del primero, generalmente,
soslayado y bastantes veces con razón).
Me espanta leer a un Pedro de la Hoz, especie de
fiscal general de la crítica cultural, dedicando 4 ó 5 párrafos, de un espacio
reducido y por ello valioso, a explicarle a la gente de porqué es importante
siquiera hablar de la novela.
Sentado en su torre de marfil y rezumando desdén por el vehículo en general y el espacio en específico (aunque en el trasfondo le quede claro la importancia del mismo), proyectando sus aspiraciones como no consumidor del producto sobre los que sí lo son, diciéndoles el porqué está mal que quieran una telenovela X, cuando ninguno de ellos, con sus menguados referentes, podría siquiera sugerirle un punto de giro en uno de sus deleites culturales o ideológicos.
Sentado en su torre de marfil y rezumando desdén por el vehículo en general y el espacio en específico (aunque en el trasfondo le quede claro la importancia del mismo), proyectando sus aspiraciones como no consumidor del producto sobre los que sí lo son, diciéndoles el porqué está mal que quieran una telenovela X, cuando ninguno de ellos, con sus menguados referentes, podría siquiera sugerirle un punto de giro en uno de sus deleites culturales o ideológicos.
Ni una línea le dedica - aunque reconoce la mala
calidad - a explicar el porqué carece de 'altura estética' (sic).
¿Sabría él porqué? Pedro no es un improvisado. Su pluma es tan firme como sus criterios. Pero en este caso es tan evidente que hasta una analfabeta en estas lides podría darse cuenta y escribir al respecto (como de hecho hizo hace poco 'complaciendo peticiones'). No hay que ‘saber’. Con ‘ver’ basta.
¿Sabría él porqué? Pedro no es un improvisado. Su pluma es tan firme como sus criterios. Pero en este caso es tan evidente que hasta una analfabeta en estas lides podría darse cuenta y escribir al respecto (como de hecho hizo hace poco 'complaciendo peticiones'). No hay que ‘saber’. Con ‘ver’ basta.
Incluso llega a insinuar que, de nuevo, el público
muestra grados de intolerancia a partir de su mojigatería e hipocresía.
Paternalista, vocaliza criterios de terceros - no
los hace suyos - sobre el público al que va dirigido y el ataque, más que
evidente, a la sensibilidad colectiva por un exceso que él juzga natural, al
partir de que el arte no acata 'balances'.
La crítica es necesaria. Creo. No sabría decir para
qué. Quizás de norte en el propio espectro cultural. Pero ahí sólo se puede
asumir si se hace desde presupuestos afines, que no significa afinidad por el
artista (pues ahí se vuelve un juego con cartas marcadas), sino hablar en los
mismos códigos para que sea un dictamen certero que jerarquice y ayude.
El crítico no es un artista, pero sí debería
entender de arte.
PS. Tampoco creo en cruzadas de la crítica como
recientemente propusieron en una reunión de 'saneamiento del gusto
audiovisual'. Más que defender una depuración los críticos defendían el rol que
habrían de jugar en esa batalla. 50 años con programas comentados de cine no
han formado mucha consciencia sobre lo que ver o no. ¿Por qué habría de ser
diferente?
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