Por: Antón Vélez Bichkov
La ‘isla de
la música’ parece que no da tantos frutos. Si tras hora y media de programa (y
antes una ‘rigurosa’ eliminatoria que excluyó miles de candidatos) nada
consigue ‘sorprender’ es que la salud de la música no anda tan bien como nos
dicen.
Con los mismos postulados, aunque con volúmenes más
modestos (ahora todo se graba en los estudios Abdalah, no en Pabexpo, como parece
que grabaron la primera, no hay visitas a las casas, ni largas giras por
provincia) Sonando en Cuba, abre su diapasón de géneros en la segunda temporada
y presenta, vale la pena decirlo, concursantes más pulidos que se acercan algo a
la categoría de ‘escogidos’.
El director Manuel Ortega, lima los
inconvenientes de la edición previa (como el tempo, determinado
sensacionalismo, que algunos les pareció fuera de lugar) y suma otros (como
esas ‘caritas & boquitas’ con Irakere de fondo).
Claro, no abandona los elementos de reality que es lo que renueva este tipo
de programa, pues los concursos de talentos existen desde que el mundo es mundo.
Ahí tienen La corte suprema del arte que vio nacer en la radio, luego en TV a
muchos grandes de la canción cubana.
Se recortan los gastos, según parece, se suprime el
aire documental y gana la conducción (con Yasbel y Jorge diciendo lo
indispensable y buscando puntos naturales de contacto con los participantes –
la mayoría con la tabla y carisma necesarios para ‘ser artista’).
Haila, la ‘couch’
de este grupo, se sale muy bien como figura televisiva. Desfila con
tanta propiedad y calidez por todos los momentos en pantalla que le tocan que llega a sorprender.
Incluso, hace
una salvedad justa – y que no oímos la primera vez: las voces y las piezas no
machean, hay que buscar mejor repertorio.
Pero, aquí vemos el primer y más importante bache:
del dicho al hecho va un gran trecho y la correcta sugerencia no se sustancia.
Si bien a algunos les funcionó el cambio, como a
Jennifer (hasta ahora lo más ‘interesante’, comillas), incluso la adaptación a
salsa de la pieza de Los zafiros (sin negar que hoy, con el pretexto de la
modernidad, todo se pasteuriza y se vuelve timba/reguetón), Yensa Mercedes
pierde.
En uno de los fragmentos de su audición, cantando a
Marta Valdés, su voz parecía más bella, con inflexiones más llamativas que en
el bolero de María Greever (con ‘i’, como dijo antes de corregirse a sí misma).
Yensa mata la canción que no va con sus agudos (aquí
llevados al extremo) y se resolvería mejor con una lectura más intimista, más
sensual, como invita un bolerón así (que, por cierto, no es cubano).
Las propias versiones de Cómo voy a decirte (que es
una especie de remake del original, hasta en las inflexiones de la voz) o
Nosotros (demasiado melosa y poco sentida), merecerían ser cantadas con menos
ímpetu y con más emoción.
Si algo hizo David Calzado con la propia Haila en
ese disco, fue domarle su ardiente voz. Y el resto de la historia ya lo
sabemos.
De hecho, todas las canciones están gritadas. Al parecer, una moda universal y que tiene su origen en la manera americana de
cantar. Los malos referentes, la poca música foránea y nacional de calidad que
se difunde tienen su grado de responsabilidad.
Excesos vocales, exhibicionismos vanos, son la marca
de los cantantes modernos de Cuba, a lo que se une un ‘algo’ que tienen las
voces de hoy, que no tienen lo que tenían las de ayer. Parece un galimatías,
pero reparen en el cambio de los tipos de voz y sus calidades que ha traído el tiempo.
En ello deben influir, como es lógico, factores
ambientales (el aire, la comida) y sociales (las actitudes ante la vida que nos
hacen manifestarnos de un modo o de otro: quién va a negar que el ‘aguaje’ es
una constante en las interpretaciones, sobre todo de los ‘populares’…).
Las voces son un problema en Cuba. También los
estilos. Leo Vera, un cantante con gusto, puede moldearles la técnica, pero
no parir un Artista, por mucho que una buena orientación sea determinante para ‘fabricar
estrellas’.
Ese es uno de los problemas del programa: los que
escogen son ‘tan cantantes’ como ellos y suponiendo que los años y las ‘exitosas
carreras’ les den una ventaja sobre los novatos, ellos mismos han sido víctima de
sus malas opciones artísticas y limitaciones como entes creativos.
Productores, repertoristas, especialistas en Arte
& Repertorio – aunque en Cuba los hay improvisados – que ‘huelan el éxito’
a leguas, podrían tener mejores resultados. La profesión de ‘buscador de talentos’
no nació ayer.
A mí que me perdonen, yo no sabré nada, pero soy
menos ‘optimista’ que Haila, que les ve ‘futuro’ en el concurso y más allá. Ahí
tenemos la polémica ganadora del primer Sonando… que ya tiene disco, videoclip
y gira internacional. ¿Y acaso suena en Cuba?
Faltan los otros dos grupos (Occidente y Oriente) y
las emisiones en vivo (que deberán hilar fino para mantener el nivel de
realización).
La opción del público, nunca debe descartar la de los especialistas, que hasta ahora no conocemos. ¿Tendrá jurado especializado? Aunque digan que la voz del pueblo, es la voz de Dios, en materia de ‘artes’ el público no siempre tiene la razón.
La opción del público, nunca debe descartar la de los especialistas, que hasta ahora no conocemos. ¿Tendrá jurado especializado? Aunque digan que la voz del pueblo, es la voz de Dios, en materia de ‘artes’ el público no siempre tiene la razón.
PS. Lo mejor, hasta ahora, es que 'se resolvió la noche del domingo', con tres programas de alta audiencia seguidos: Sonando... Tras la huella y Pasaje a lo desconocido. La del sábado, sigue en terapia intensiva (salvo por Teleavances que todos vemos sólo por los avances de la novela).
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