¡Qué elemento!



Por: Antón Vélez Bichkov

Las apariencias engañan. ¿Quién iba a decir que un teatro repleto de viejitas ‘venerables’ se iba a rendir ante el humor más que verde de Mariconchi?

Desde que subió a la escena del Mella, no paró de decir malas palabras (casi todas gratuitas) y no por ello el rubor afloró en los rostros ‘marcados por la experiencia’.

El único rubor que había en el ambiente era el del maquillaje a la moda antigua. Tan sobrecargado, a veces, que corría el riesgo de morir asfixiado en una nube de polvos de arroz y perfumes poco cotizados.

Lo más gracioso era ver que tanto él, como Churrisco, quien lo acompañaba en esta empresa, entendían que era tarde de domingo y que por ello el público tenía sus matices (por ejemplo: el predominio de la tercera edad).

Manrufo, al parecer, confundió el Mella con un gigantesco cabaret de 1500 sillas o se fue por la receta que aplica en su peña del teatro América (el ‘jimagua’, del ‘coliseo de Línea’).

Lo confieso, a pesar de ser chistes de ‘retransmisión’ e incluso desfasados (¿Cantando en Cuba? Mariconchi ¿Arte culinario chino? ¡Desde cuándo no se pone eso en la TV!) me reí y mucho - ¿para qué ser hipócrita? – pero me sobraron nueve de diez groserías.

Tampoco vi el ‘espectáculo’ por ningún lado. 40 y 20 – parafraseando la canción de José José – no fue más que dos segmentos artificialmente conectados en que cada uno de los humoristas hizo el suyo y no podían faltar los chistes de nuestra azarosa vida, del viaje, la nostalgia, las tres C (comida, consumo, conflicto) y, claro está, el folclor y los homosexuales (a los que Mariconchi – Churrisco no – les dedicó un segmento más que generoso, incluso exagerado).

Cuando iban a asomar los chistes de los negros, supongo yo que se habrá acabado el tiempo y Manrufo resolvió toda su zafiedad con un impostado mensaje de optimismo y una bendición aún más fuera de lugar…

Parece que está de moda, puesto que el Churri, se despidió con idéntico deseo de que Dios nos tuviera en su [inoperante] estima.

Durante el sketch – en realidad un entramado de burlas – Marichonchi, insistía en repetir: ¡quélementomájmalo! ¿eso da gracia? quizás consciente que se le pasaba la mano.

Pero el ‘elemento’, que rió – no tan intensamente – con el humor más elaborado y hasta refinado de Churrisco no se daba por aludido y le seguía la rima con las más sonoras carcajadas.

Después de la risa, vienen las lágrimas. Dicen por ahí. Y salí del teatro con el sinsabor de comprender que no sólo los segmentos que se consideran ‘marginales’ responden a ese reflejo, ya incondicionado, del humor vulgar.

Así estamos y así estaremos, si las ‘viejitas venerables’ se ríen con el humor más que verde de Marichonchi.   

PS. Pa’ la próxima, me le cambian la apertura de musical barato made in Las Vegas  y tratan de hacer algo realmente juntos que talento e imaginación les sobra.

Quizás me equivoque, pero al principio, Mariconchi tenía una caracterización más profunda. 

Hoy, Manrufo dispara sus bocadillos con superficialidad, incluso plano, como quien está saturado de su propio personaje.  

Una cosa útil: nos enteramos dónde está Indirita de Vivir del cuento.

Churrisco, padre ¿quién te cree la historia del hotel, la tarjeta y el inglés?

Ese ego lírico  no te pega. Aunque la actual gramática del humor cubano te obligue a ello.

PS. 2: Aclaro que yo mismo digo más palabrotas de las deseadas, que no soy nada moralista y que me encantan ambos humoristas. 

Foto: Youtube


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