En tiempos de crear


Por: Antón Vélez Bichkov
 
Existe en los pasillos del ICRT el mito que en equipo se escribe 'mejor'. La ciencia lo contradice, afirmando el valor del individuo, por encima del grupo si la idea es creatividad y eficiencia. En tiempos de amar, novela cubana de estreno, tras un prolongadísimo ayuno, es buena prueba de ello.
 

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Escrita a ocho manos, por Eurídice Charadán, José Víctor Herrera, Serguéi Svoboda y Albertico Luberta, no mostró ningún extra, ni vuelo dramático especial. Por el contrario.

Guión antiguo. Expositivo. Sin detonante, ni ganchos. Machacando en el ya gastado tema de la cotidianidad que, dicen, es el gran triunfo del dramatizado nacional. 

Lo que podía ser un interesante marco: la noche de fin de año en la que afloren los conflictos de una familia numerosa, se resumió en una secuencia de conversaítos medio informativos y nada contenciosos sobre ¡un cuarto! que hay que compartir.


Ok, eso es un problema. Práctico. Muy práctico. Y que llegado el caso, no queda más remedio que asumir. Aquí se volvió leit-motiv de un drama inexistente que, se supone, desatará una ¿tormenta de pasiones? Lo dudo.

Y digo se supone, pues una vez más, la trama no ha sido mínimamente presentada, ni en la pantalla, ni fuera de ella.


En una evidencia constante - en total detrimento de los escritores que ni aparecen - su director Ernesto Fiallo, ha optado por la generalización cuando aflora el tema.

Y es claro que no tiene mucho qué contar. Al menos, por ahora. Pero lo básico sería explicar quién es quién en esta madeja de personajes.

En el capítulo se usó un recurso bastante pedagógico: un grupito de jazz (¿?) llega para amenizar la fiesta y la promotora presenta a su familia.

Sería hábil, si no se hiciera por tandas: esta es fulana, esta es mengana, salen, entra grupos dos, nuevamente...

A diferencia de La otra esquina, un tanto más osada en lo visual, Fiallo no encontró un modo más atractivo de resolverlo en términos de imagen.


La nochevieja careció totalmente de ambiente. Las tomas afearon aún más la de por sí sufrible escenografía. 


No vemos aquí los colores (y el supuesto HD) de Latidos compartidos. Salvo en las cortinas, muy bonitas y por ello contrastantes con el resto de la fotografía.

Lo que se suponía fuera la joya de la corona, la presentación de Fernando Pérez, amén de larga, se ancló en la bendita estética del 'día a día', con lo que se recalca - no sin demagogia - ese supuesto compromiso de la telenovela nacional con la 'realidad'. 

Los temas de Raúl Paz - un déjà vu, pues hizo la música de La otra esquina - me sonaron demasiado crípticos cuando los oí en Radio Taíno y 23 y M.

Es como si fueran para cualquier demanda. No hablan de nada. Y al mismo tiempo hablarían de todo. Tan genéricos como la presentación misma.

Todo indica que, como en la otra, sonarán al final de los capítulos y ello evidencia el principal problema de las novelas cubanas: su falta de formato y estilo fijo, lo cual es lo que realmente mella los guiones. No su escritura individual.

Del elenco, resaltan viejas y poco agraciadas caras. Por separado. Viejas, por conocidas. Poco agraciadas, por no atractivas, como dijo alguien en el Portal de la TV. 

No es que transformemos la novela en un festival de futilidades y caritas, pero al menos un poco de personalidad se le puede pedir al elenco. 

...ah y un tin menos de tinte rojo para la villana, que no sólo padeció de ese exceso, sino le impuso más muecas de la cuenta a su personaje. 

Si En tiempos de amar era la oferta que pretendía matar nuestra 'añoranza' y cubrir el espacio que dejó la novela brasileña, que se quedó - una vez más - en tres emisiones, no le arriendo la ganancia. 

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