"Pablo Valdés" y "Chucho Milanés"


Antón Vélez Bichkov

Después de burlar todos los cercos y barreras que en un evento de esos que se venden por sí solos y las entradas se agotan en los dos minutos posteriores al comienzo de su venta, este periodista pudo entrar en el Mella gracias a la condescendencia de una de las amables
funcionarias del comité organizador del Jazz Plaza-2008. La única posibilidad que restaba era quedarse de pie o como fue mi caso de rodillas durante todo el show, pues ya Pablo y Chucho estaban por empezar y no había ni la más mínima oportunidad para la prensa, menos para lo no acreditada, como era el caso.

Así las cosas --papel y bolígrafo en mano-- me dispuse a degustar, usando un obvio término culinario, el nuevo plato, de conjunto horneado. Al Mella no le cabía un alpiste. Incluso en los pasillos los espacios estaban copados y aquellos que quedaron de pie con una pertinacia digna de otros nobles empeños se encargaban de espantar al que se atreviera a interponerse en su línea de visión. Total, ¿para qué? Aquello no era una obra de teatro, sino música y muy buena, por cierto.

La llegada de Pablo y Chucho puso de pie al teatro, que los aplaudió fervoroso. No por gusto, los dos se han inscrito desde “hace siglos” en las páginas de oro de la música cubana y verlos compartiendo escenario y más como resultado de una labor conjunta, resulta muy estimulante. De ese modo comenzaron los clásicos de la zafra de Pablo, revestidos con el sofisticado tratamiento musical del piano del maestro Chucho.


Empezaron con “Mírame bien” y pasaron por “Si ella me faltara alguna vez”, antes de llegar a “Te he visto pasar del brazo de un hombre”, suscitando en las tres ocasiones ovaciones cada vez más calurosas. “Yolanda”, fue, sin embargo, la apoteosis, con el consabido tarareo, que después se convirtió en coro masivo de los ahí presentes, estimulados por el propio Pablo que les entregaba el micrófono, toda vez que le tocaba el estribillo clásico. “El breve espacio en que no estás”, demostró que siempre se encuentra en la memoria afectiva de la mayoría y también fue apoyado por una avalancha de aplausos.

Pablo se retiró, como para acumular fuerzas antes de entrar de lleno en el meollo del asunto, la nueva propuesta discográfica de ambos, gestada a lo largo de varios años de comunicaciones, cartas y e-mails, enviados de las distintas posiciones geográficas en que puntualmente se han encontrado. Se conocían desde muchachos, incluso salían juntos, pero jamás habían concebido una pieza a cuatro manos.

Chucho interpretó su tema de trabajo del fin de semana “Over the raimbow”, también tocado la noche anterior luego de João Donato y en varias otras ocasiones durante el Festival. El jugueteo tan natural con el teclado del piano, las evoluciones, las idas y venidas, crescendos y caídas, llevaron a un emotivo estallido de los espectadores, que aunque quizás vinieran más a ver a Pablo, le reconocieron su valía al gran jazzista.

Entonces comenzó la actividad, parafraseando cierto programa televisivo: a “Distancias” le tocó abrir la cortina de las nuevas piezas. Pablo confesó su nerviosismo, pues para él, aunque ya se había presentado el disco en la Feria del Libro Amazónica, todo había quedado realmente como un ensayo y ésta era la prueba de fuego. Chucho, otro tanto.

Así volvimos a ver a aquel Pablo que conocemos, al Pablo poeta suave, pero al mismo tiempo profundo, que juega con las palabras, cual si fuera un mago... Lamentablemente, no vimos mucha de esta magia en su más reciente CD “Regalo”, pero aquí, salvo insignificantes casos,
vemos a Pablo de cuerpo entero y con fuerza comunicativa suficiente para seguir perpetuando sus versos en los corazones de los cubanos y más allá.

“Días de otoño” entregó el espacio para los acordes de la filinesca y bella “¿Para qué?” --de lo mejor del disco, aunque la gente fuera más bien tibia, como parece ser la actitud de costumbre de este público más dado a los éxitos antiguos del trovador. “Antonia”, ligeramente jazzeada, intimista, nos invitó a su atmósfera y vuelo poético. “Cito” fue demasiado descriptiva, editorial... todo estuvo ahí, sin sutilezas. Así como “Pilar”, dedicada a la madre de Chucho, la cual Pablo no conocía y por ende no podía encarnar poéticamente hablando. Sólo, cuando “tuvo el honor de conocerla, salió de inmediato esta canción”, que como toda oda corre riesgos a la hora de decir de una forma original su mensaje.

Sin embargo, el público no pensó lo mismo y se emocionó sobremanera, dando su más fuerte espaldarazo a ambos creadores, con derecho a ¡bravos! y silbidos.“Orgullo”, también por la cuerda del filin, empapada de bolero, sólo que sin percusión, fue sencillamente bella, y “Recuento” sirvió para una de las mejores reacciones de la tarde.

Ya el final, sin derecho a bis --por petición expresa de Pablo-- trajo un cubanísimo “Choteo”, sabroso y pícaro, aunque con letra bastante seria, contrario a la idea del título. El público, como tiene son y guaracha en las venas, enseguida le cogió el ritmo a la cosa y empezó a dar palmas, hasta que con un alegre “¡Ay, vamos a bailar, qué felicidad!” se despidieron los dos maestros, seguros que habían hecho bien, muy bien.El disco, que saldrá a la venta en Cuba por Bis Music, será promovido internacionalmente por la Universal.
Publicado originalmente en http://www.esquife.cult.cu/ (material de archivo)

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