Tânia Maria: Uma Rainha!


Jazzista Tânia Maria arrasa en la noche de cierre del Festival JazzPlaza-2008
Por: Antón Vélez Bichkov
Dicen que las mejores cosas se escriben pautadas por la emoción. Ahí, la palabra viene en un torrente y las ideas fluyen como si el universo por entero fuera de ellas. Nada más natural, entonces, que al asistir a un show de la espectacular Tânia Maria, la persona que les habla, sintiera una irrefrenable compulsión de sentarse ante su ordenador y teclear algunas líneas, aunque corriese el riesgo de enriquecer las anales del lugar común, repitiendo hasta el cansancio epítetos tales como gloriosa, espléndida, maravillosa, etc.

Sí, la elegancia y el buen gusto, invitan a ser parco en adjetivos, pero el común de la gente que presenció, en la noche de este domingo 17, al show de cierre del Festival JazzPlaza-2008, no sería tan económico y medido.

Por el contrario, explotaría, como lo hizo la propia ¿diva? --¿por qué no?-- del jazz brasileño en aproximadamente media docena de clásicos del género en que se pueden citar “Agua de beber” (bossa nueva, transformado por las venturas de la improvisación en una pieza del repertorio jazzístico), “Insensatez” (el mismo caso) o ya los más distantes, en ese sentido, “Babalú” (Margarita Lecuona) o “Años dorados”. En todos los casos, la marca de Tom Jobim. En todos los casos la fuerza de una intérprete, que contrario a algunos pocos exponentes del jazz brasileño que hemos visto por aquí, no economiza los ímpetus, soltando todo sobre el escenario, sin dejar nada de reserva.

Tal vez esta “prodigalidad” sea fruto de una certeza: yo tengo más para dar. Y no creo que exista duda. Tânia Maria, conoce a la perfección el sonido que toca y hace lo que quiere con sus manos, pecho y garganta, lanzando toda esa vibración al aire, donde el personal de la platea, la sintoniza con las antenas de su sensibilidad y destila en el alambique de su alma.

Acompañada en la percusión brasileña por Edmundo Carneiro --que supo mantener el ritmo de la dama, haciendo, incluso más, pues tiene personalidad musical propia--, Tânia conversó unos minutos con el público, saturado de invitados extranjeros al ya mencionado festival. Ellos tal vez no la entendieron, pero la música habló por la intérprete y lo dijo todo.

Tânia manifestó estar contentísima por el regreso --ya estuvo en una ocasión anterior en la isla-- y querer llevar a los presentes la sensación de intimidad, como si ella estuviera en la sala de su casa. Ahí paró: “no me gusta hablar”. Y comenzó la diversión.

Tras varias y brillantes interpretaciones con largos segmentos de imaginativa improvisación, llegó la ocasión de los músicos cubanos, que se integraron a la perfección a su estilo. Hablamos de los expertos Jorge Reyes (en el bajo) --con relación de larga data con compañeros brasileños-- y de Gerardo Piloto Barreto (en la batería), que dieron clases de música. La razón de tan automática integración, además de los naturales ensayos, fue muy simple, según la propia Tânia: “La madre es la misma: África. El padre... bueno, el padre, puede ser cualquiera”.

Pero el teatro estalló cuando vio entrar en el escenario el solicitado Chucho Valdés, que en ese final de semana tuvo uno de las jornadas más agitadas de su vida tal vez, pues primero tocó el sábado con otro gran brasileño, João Donato, sobre quien ya hablamos y después le tocó compartir el escenario con otro nombre superlativo del escenario musical, Pablo Milanés. Y entonces, esta nueva oportunidad... Para cualquier músico ese maratón sería imposible de cumplir, pero Chucho demostró su raza de genio e hizo variaciones sobre el conocido estándar “Babalú”.

El público, de pie, exigió un bis y fue complacido. Antes, Tânia agradeció a Cuba, a Dios, a la música, al festival, al equipo de acompañantes y al público por la magnífica oportunidad que le dieron y se despidió con una promesa proferida en razonable castellano: “¡No te olvidaré, jamás!”

Originalmente publicado en http://www.esquife.cult.cu/ (material de archivo)

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