El talento nacional o crónica de una larga espera

Noche africana en el Karl Marx (Cubadisco-2008)
Cuba es un país riquísimo en talentos. El superlativo no es gratuito, pues en la isla abundan músicos, actores, escritores y muchos otros artistas de los cuales tenemos la posibilidad privilegiada de disfrutar con relativa frecuencia, entre otras cosas, porque estos son presencia cotidiana en los medios – que para suerte o desgraciada nos exponen a las mismas figuras casi siempre. 

Ahora, lo que no abunda es la posibilidad de contar con la visita de artistas extranjeros que muchas veces haciendo sacrificios indescriptibles, entre ellos el del pago que se recibe por actuación y que es su garantía de subsistencia, actúan en Cuba de Pascua a San Juan, como decían antaño y generalmente en grandes eventos.

Así las cosas, resulta frustrante que cuando se planifique una gala especial, como la Noche Brasileña del Cubadisco-2008, celebrada el miércoles pasado (21/05), se produzca no sólo una demora con una suerte de ‘aperitivo’ nacional, sino que se deba terminar 4 ó 5 números antes de lo planeado, porque le cierren las cortinas a los artistas ¡en la cara!

No conocemos la filosofía del programador, pero de que es la misma de todos los festivales musicales, lo es.

El 99% de los que estaban esa noche en el Mella vino por la música brasileña y ¿y qué obtuvo? un preludio de casi una hora de intérpretes que se van volviendo lamentablemente recurrentes en espectáculos de este tipo. 

Como si les faltara personalidad o individualidad artística propia a ellos – pues los ponen a ‘rellenar huecos’ o a ‘aguantar la vela’. O como si los que carecieran de ella fueran los artistas foráneos. 

Son estos invitados el plato fuerte de las veladas, pues casi nunca más se repiten.

Quién niega que haya una tenue – muy tenue por cierto – conexión estética entre Vivanco y Manzano – los que hicieron las veces de entremés musical, antes de la ‘especialidad de la casa’ – con la obra musical del gigante sudamericano.

Pero de ahí a forzar constantemente una interacción que nunca sucede, es contraproducente y poco favorable para nacionales y extranjeros.

El sinsabor del último conjunto, el del samba, en que figuraban nombres importantes del panorama carioca del género, como Luis Carlos da Vila o Moacyr Luz, fue evidente y para nuestra tristeza el sentimiento no fue exclusivo de ellos o de esta noche en particular.

Hace años, en el Cubadisco dedicado a Brasil, se dieron episodios semejantes, no sólo de demoras frustrantes, sino de enfoque desdeñoso a un género, que obviamente no se ecualiza como la salsa o cualquier otro ritmo bailable de esta zona del Caribe y que por ende requiere de atención y dedicación de los especialistas, que siempre o casi siempre parecen meter la pata, cuando el asunto es samba.

Si esto fuera poco… Los músicos casi fueron forzados a cerrar su espectáculo, causando la desilusión colectiva del público, que aun y cuando resistió casi hasta ¡las 11 de la noche! (siendo un día entre semana) para oír un poquito de esa cadenciosa música.

Como es costumbre, los bailadores invadieron de forma masiva la antesala del escenario para darle libertad a sus cuerpos y sencillamente ‘sambar’. Muchos no sabían, pero viendo a los amigos brasileños, al menos lo intentaban.

En vez de casar por temáticas los espectáculos, los confeccionan por raras, inexplicables e, incluso, inexistentes afinidades, que lejos de satisfacer llevan al hastío.

Tan interesante habría sido la interacción de grupos folclóricos de Cuba, con los Omó Aró del Candomblé brasileño – otros de los invitados de la noche – y la delegación de la mítica tierra de Oyó, tierra de Shangó, orisha del tambor y del fuego, para demostrar que las tres tierras en realidad son una, dividida en tres locaciones geográficas diferentes.

Pero nadie piensa en ello, ni en la influencia yoruba en nuestra cultura, ni mucho menos trata de llevar estas expresiones a su público natural: el pueblo.

Al contrario, se deja todo preso en los marcos restringidos del debate académico – ya de por sí perneado de esa información, pues sólo a ese nivel se dominan muchas de las autóctonas cuestiones de esa espiritualidad, que le convendría saber a los tantos y desinformados practicantes. 

Además se los vuelve a poner, incluso ahí, en manos de unos llamados anfitriones, que poco o nada tienen en común, salvo tener el tambor como lenguaje y ciertos atisbos de lo que fue y ya no es más.

¿Es que el talento nacional no es capaz de defenderse por sí mismo? ¿Necesita ser convoyado a cualquier hora y minuto para sobrevivir? No nos parece. 

Como dice un certero refrán de la diáspora africana, a la que está dedicado este espacio de encuentro y debate: “dos carneros no beben en la misma fuente”.

No sigan haciendo ensaladas que a la postre sólo entretienen las muelas, pero no llenan los estómagos. Denle al público el chance de escoger…

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