Prision Break o la fatiga de los excesos


A propósito de su final en Cuba...
Por: Antón Vélez Bichkov


La reseña que leerán a continuación (así, espero, jejeje) la escribí hace bastante tiempo, en un arranque, indignado por un final de temporada de la serie; hoy, que vi la culminación de la misma, publico éste y el trabajo que me suscitó el gran colofón, juntos...

Si en su primera temporada la serie Prision Break todavía mantenía cierta dignidad, sobre todo, porque a pesar de contar con un marco de acción relativamente estrecho, como es la prisión, lograba con bastante nivel de imaginación y buen uso de los recursos dramatúrgicos y expresivos, dar un variado abanico de acciones, que podemos decir garantizaban un mínimo de tensión y emoción, ya su segunda entrega, más se va asemejando a una mala telenovela.

Y no es que las telenovelas sean malas por naturaleza y las series de acción tan buenas que compararla con una es denigrarla en automático, pero el hecho es que cuando una telenovela se vuelve particularmente mala, todo lo que en ella suceda, luce demasiado truculento, forzado y sin mucho sentido. 

Por ende, difícil de digerir, aunque exista en consabido 'pacto ficcional', mediante el cual acordamos de una forma tácita aceptar 'cualquier cosa' que nos pongan por delante sin demasiados cuestionamientos.

Sin embargo, sucede que la segunda temporada de este popular seriado norteamericano se ha vuelto tan insoportablemente inverosímil (eso si todavía fuera viable después de ver las tramoyas y maquinaciones, perfectamente engrasadas, que siempre daban resultados, fuera eso probable por la ley que rige justamente las probabilidades o no) que más que un motivo para el entretenimiento, se vuelve un descarado insulto a la inteligencia del espectador.

La progresión dramática es el ideal de toda obra de ficción. Avanzar en el hilo de la historia hacia un final, cualquiera que este fuera - de preferencia feliz, pues es el que más agradecen las audiencias planetarias - es el fin que a lo largo de interminables episodios persiguen filmes, las mencionadas telenovelas y las series, ya sean de acción, sentimentales, policiales, etc.

La progresión dramática, además, supone que cada nuevo paso que se dé, nos acerque más a ese final y sea un cambio cualitativo con relación a la situación previa, que permita mejorar los chances de los personajes de llegar hasta el desenlace. 

Pero cuando la idea, lejos de resolver un nudo dramatúrgico, es perpetuar la fórmula inicial del éxito, difícilmente se haga algo en aras de promover el avance de las tramas que nos ocupan, ya que todo estará encaminado a reeditar el hecho que dio partida a este entramado. 

Es decir, por mucho que se adelante, siempre se buscará regresar al punto de inicio (¡peor que la suerte de aquel personaje de la mitología griega condenado por los dioses al eterno trabajo!).

Tal es el caso de Prision…, en que el escape es el 'pollo del arroz con pollo', por ende, el fin de la serie no sería 'escapar en sí', si no todo lo que se hace para lograrlo, sin hacerlo.

Como ya dijimos, los capítulos iniciales, lidiaban bien con el marco restringido de una cárcel, nos daban diferentes focos de acción y esto 'aireaba' sustancialmente la trama. 

Aunque se veían los pies forzados, sobre todo en las cibernéticas intrigas, tan laberínticas, que sólo los milagros de una mente febril y decidida a resolverlos, lograría su éxito. Pero bien, había empezado, se podía tolerar, entretenía hasta cierto punto.

Estaban las tremebundas y claustrofóbicas conspiraciones, que ya son parte indisoluble del paranoide imaginario colectivo norteamericano (¿ya se les olvidaron Los Expedientes X, también construidos sobre la base de un maquiavélico complot de proporciones monumentales?), que no es que no se puedan suceder, de hecho los presentes acontecimientos con Iraq e Irán, contrarios a cualquier principio racional y humano, así lo sustentan.

Existían los grandes imposibles y las inocencias pervertidas... estaban la abnegación y el sacrificio (quizás el valor más interesante de la serie y la clave de su éxito tan desenfrenado: el amor de un hermano capaz de encarcelarse por el otro, es realmente conmovedor).

En fin, era una buena artesanía de la fábrica de sueños de la Fox. Ojo, simplemente artesanía, pues reales valores dramatúrgicos, salvo el impecable guión (prueba de una exquisita técnica), no tenía.

Pero llegó el final, la promesa de la huida no se concretizó strictu-sensu, dejándonos en el aire, supuestamente enganchados (yo preferiría decir, engañados), hasta la resolución a partir del séptimo mes siguiente. Era obvio, había pegado y ahora había que estirar el chicle. 

No fue del todo desacertada la idea de sacar el foco del centro penitenciario, pues de haberse perpetuado la serie varias temporadas tratando de escapar de Fox River, sí que se habría vuelto aburrida.

Sin embargo, los cabos sueltos de la primera temporada, aquí sencillamente se volvieron madejas de hechos forzados, cuyo fin básico era retrasar, qué digo retrasar, impedir la real liberación de los personajes, para así dar otra temporada más.

Es verdad que cuando la gente se mete en problemas y sobre todo con la justicia, se sabe por dónde se empieza, pero no con cuántos antecedentes penales se terminará... 

Pero en Prision Break la conspiración se hizo más profunda al punto de poner en pantalla un magnicidio, fraguado desde las propias filas del gobierno (bonita idea de los estadounidenses de sus líderes), con un aparato tan absolutamente congeniado, que le entran a uno escalofríos... ¿En qué mundo vivimos, podríamos escondernos en caso de que nos cayera un San Juan alumbrado de este tipo encima?

Según Prision Break, es poco probable. Sin embargo, ahí anda Bin Laden y millones de terroristas más, sin contar agentes renegados de los servicios secretos, que revelan a troche y moche los contubernios de sus mandantes y nada... algunos mueren, otros no... otros escriben libros y se transforman en best-sellers. 

Otros, como es el caso de Bin Laden, como parece que no hay muchas ganas de encontrarlos, pues bueno, permanecen 'desaparecidos'.

La moraleja que debemos sacar del contenido de PB es que se necesita una fuerte voluntad del gobierno para desintegrarlo a uno en el aire. Claro que ante tanta desolación, ¿cómo pretenden ellos darle solución a este caso? 

Si el aparato es tan perfecto que anula cualquier evidencia salvadora o comprometedora ¿qué nos hace confiar que finalmente Burrows y Scolfield lograrán el triunfo de la justicia? ¿Qué justicia, si todo indica que no existe?

En la primera temporada los antagonistas eran mucho más reales, menos superdotados y por consiguiente por debajo de la genialidad proverbial de un Michael Scolfield (Wentworth Miller). 

Éste, aunque a veces metía la pata - quizás justamente, por creerse genio, la característica más detestable de este súper-héroe del s. XXI y casi siempre por cuestiones circunstanciales – fue reconstruyendo su rompecabezas, a partir del laberíntico tatuaje que marcaba su cuerpo, demostrando los valores de todo lo dicho anteriormente: había un fin, escapar, cada nuevo hecho, era un paso, aunque fuera de hormiga de avance hacia el superobjetivo.

Ya en la segunda parte de la serie, parece que tomaron prestados algunos de los aliens de la vecina Expedientes X, que gracias a sus súper-poderes, logran anticipar hasta el más insignificante movimiento del genial ingeniero.

Scofield se encuentra con la horma de su zapato, pero a tal punto, que a veces las dotes de los antagonistas rozan con la verdadera adivinación... Lo cual deja pocos minutos para el sosiego y crean una trama fatigosa, saturada y que se autodesgasta a cada paso.

Claro, la adrenalina del espectador moderno, no se activa de la misma manera que en la época de nuestros abuelos. Ahí está el somnífero Kung-Fu, que con una también absurda historia de un monje budista en los inhóspitos desiertos del oeste, lograba movilizar las atenciones de buena parte de las audiencias. O la rosácea y gentil Murder she wrote (Se ha escrito un crimen, Reportera del crimen, Apartado criminal JBF). Jessica Fletcher, creación de la sin par Angela Lansbury, a base de mucho blá-blá-blá fue durante largo tiempo uno de los programas más vistos del planeta. Ahora, tal como sucede en el Dr. House, también de la Fox (el ‘paquete’ debe ser un mal de la casa), hace falta darle al espectador la mayor cantidad de acción, sin importar con ello, se mate todos los días el producto.

En el capítulo de hoy, por ejemplo... escenificado en un hipotético Panamá (ni eso Hollywood se da el trabajo de reproducir bien con sus figurantes con espantosos acentos chicanos y horrible sintaxis). 

En un golpe de suerte, que los antiguos llamaban "un dios salido de la maquina", apelando a los implementos utilizados para hacer volar a dioses y héroes en los primordios del teatro, el agente Kellerman (Paul Adelstein), que si mal no recuerdo, literalmente había sido borrado del mapa, pues toda noción de él como agente secreto del gobierno se eliminó de los registros pertinentes, salvó a la Dra. Tancredi (Sarah Wayne Callies), que se metió en camisas de once varas, porque le dio la gana (tal como sucede a cada rato con Scofield), reveló un complot de las proporciones planteadas por la trama (involucra a un presidente de los EUA!) y no suscitó ni la más mínima duda, ni cuestionamiento... de hecho, se procedió por elipsis, él no relató todo, apenas nos pusieron ante un resultado concreto, pues el tiempo apremiaba y la 'duda razonable' que podía tener cualquier tribunal ante un testimonio tan libremente exculpatorio y por ende necesitado de absoluta verificación, sobraba.

Los personajes que miles de veces cambian de palo pa'rumba, que lo mismo tienen aspiraciones patrióticas, que luego se ven envueltos en las redes de la ambición económica, que lo mismo suben que bajan, cambian de bando, desaparecen, mueren al son de las necesidades, lo cual una vez más confirma que la idea no es llegar hasta el final, sino hacer todo porque el final no llegue, sin importar el sacrificio que haya que hacer. 

De hecho, es la filosofía que permea la propia persecución de los hermanos fugitivos, nadie es indispensable, todo es vulnerable y flexible.

Pues bien, Sara Tancredi sale libre, aunque en realidad tiene más de un crimen a sus espaldas y finalmente, cuando todo parecía esclarecido, incluso también con una fulminante absolución de Burrows (Dominic Pursell), por el simple testimonio de un individuo, cuya santificadora metamorfosis produce el odio y el sentirse traicionado, lo lleva casi al martirologio (él sabe que lo que hizo le costará caro, pero no importa, "para la resistencia francesa, era un honor morir en manos de un batallón de fusilamiento nazi").

Ahí se supone que debemos olvidar todas las perversidades que acometió en la primera fase y las bastantes que le tocaron en la segunda, porque en un acto noble y final, lo resolvió todo de forma increíble. Pura filosofía cristiana: arrepentirse en el último minuto, da la salvación. Así que, podemos inferir, que si Hitler lo hizo, los 50 y tantos millones que murieron por su causa, ahora caminan en paz a su lado en el Paraíso.

Ya habíamos presenciado un obstáculo forzado con la muerte del hermano de la presidente decía acabar con su vida, cuando Michael en una salida intempestiva decidía exponerlo, mientras que Kellerman le proponía una salida más racional... utilizarlo y sacar ventaja. Pero no, la razón no vale. Lo que vale es la emoción. La gente que TV no consume razones, consume emociones.

De PB se infiere que trabajar en el gobierno sella el destino de la persona. Muy probable... pero entonces ¿cuántos se han ido, han demitido, han salido o mantienen posiciones disidentes de la postura oficial de la Casa Blanca y no necesariamente acabaron muertos?

Cierto es que ya quedan pocas dudas que, por ejemplo, lo de Kennedy y su hermano, tuvo sus raíces en las más altas esferas y bastantes otras barbaridades, sin embargo estamos en una serie de ficción, en que sobrecargar la mano con cualquier elemento, ya es un error de manejo dramatúrgico

Y así por delante... mentes brillantes anticipadoras, policías panameños que aparecen a las menos cuarto (y por cierto, que hablan todos inglés a la perfección y con acentico californiano), un sentido de la legalidad absoluto en un país, con bastantes lagunas legales y pocos escrúpulos, empezando por su ex presidenta (¡una Caroline Reynols cualquiera!), una extraterritorialidad (que también no es tan increíble, aunque sí la exactitud y la oportunidad de sus agentes) que hace a los cuerpos norteamericanos actuar desde México, hasta la Patagonia... Con un cuadro así, repetimos ¿a dónde y para qué huir? Siempre los encontrarán... Sin embargo, y también lo repetimos, cuántos bandidos perdidos andan por el mundo y nadie les da captura.

Cuando el complot de la Reynolds parecía agotado (que al fin y al cabo resultó hasta tener implicaciones de incesto, la presidente y su hermano se entendían de una forma mucho más romántica que sus fraternales lazos permitían), cuando supuestamente Burrows quedaba libre (del mismo burdo brochazo que mencionamos antes) y lo de Michael quedaba en veremos con la promesa de mover los hilos (¿por qué no se hizo desde el principio? "Quien tiene un padrino, se bautiza"), se hace más evidente otra línea que venía emergiendo ya por debajo del complot de la presidenta y la maquiavélica compañía de multinacionales que rige el destino de los EUA: un proyecto secreto (cara de eso tenía y aquí, una vez más caemos en los elementos que permean las mentes norteamericanas... que ya dio 8 temporadas de hechos paranormales con Mulder y Scully) y bingo! el chino odioso (el agente secreto Bill) aparece también como salido por arte de magia (ya sus dotes de adivino, así como las de Michael lo habían llevado a un depósito como debe haber unos cuantos en ciudad Panamá, ciudad portuaria por excelencia, sin haber recibido orientación al respecto, sólo mencionado la locación) cuando estos supuestamente se habían alejado lo suficiente y recibe un tiro de la muchacha que CON TANTO ESFUERZO se liberó del yugo de la prisión injusta! O ella está osobo o sencillamente esto es un gran paquete.

Y entonces otra vez más el altruismo, esta vez patrocinado por el amor carnal, se impone y Michael Scolfield (ya próximo a los finales de temporada) carga con las culpas y vuelve a una prisión, ¡y qué prisión, una prisión panameña! Los demás, seguirán con sus erráticos destinos, en los delincuentes comunes, se han vuelto héroes de las masas, por el hecho de una persecución, que es sólo injusta en 2 de los 8 casos. 

Otro detallito, que nadie, imbuido por la intensidad de las peripecias parece reparar... Se sabe que los valores de hoy en día transitan por corredores más anchos, pero no es menos cierto que por muy simpáticos y empáticos que se hayan vuelto por sus trayectorias erráticas bajo la presión persecutoria, sus delitos siguen siendo delitos.

La novedad de la nueva temporada: la retribución a los malvados que no se redimieron con el mismo caldo... ahora Scofield estará preso, con el teóricamente balanceado Mahone (una vez más, no es malo 'porque sí', sino porque las circunstancias lo obligaron... well, uno es un gran patriota, por eso es capaz de matar, el otro tiene un hijo y una mujer bajo amenaza y eso lo hace capaz de matar... bueno, sí, justificable, pero aún así....), que en castigo por su mezquindad (en último momento quiso matar a los buenos, acusarlos de un crimen y robarles su dinero... que en realidad, tampoco es de ellos...) irá preso también e imaginamos que eso redindirá otra estela de acontecimientos en la tercera entrega que ya empezó en pasados días en los EUA...

¿Podrá Scofield escapar esta vez? Vamos a ver, todo depende de hasta dónde llegue la burbuja del chicle de la Fox y cuán rápido estalle en sus labios... Por ahora, vislumbramos, que ésta será de nuevo la temporada de la cárcel y la próxima (si hay) una vez más traerá una persecución. Y nosotros aquí, aburridos frente al televisor.

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