El cuerno de la abundancia: Entre la risa fácil y las lecturas profundas****


Reír para no llorar. Parece ser esa la fórmula que hace unos tres lustros viene aplicando el cine cubano en buena parte de sus producciones. Si es consciente o no, eso sólo Dios lo sabe, pero que las críticas llueven es una realidad tangible y cotidiana.

El público se divide en dos: entre aquellos que agradecen la carcajada más espontánea y reparadora y los que ven en esto síntomas de escapismo y falta de seriedad.

El cuerno de la abundancia, la más reciente propuesta de Juan Carlos Tabío, no huye de esta regla de darnos risas fáciles, que, no obstante, a menudo enmascaran toques de amargura. Lo cierto es que los cines están llenos y la mente no sale tan vacía al terminar la proyección; más bien al contrario. (leer más)

De cualquier manera, aunque el filme no deja de padecer los pecadillos que últimamente asolan al cine cubano (falta de rigor en esos detalles que hacen una producción verdaderamente impecable, como pueden ser los diálogos o ciertas actuaciones y algunos pies forzados, así como un casting muy prefabricado y no siempre certero), su paso por los circuitos no debería pasar inadvertido, entre otras cosas, porque pone en sutil evidencia partes poco ventiladas de la sociedad cubana de hoy.

Una buena porción del cine de Tabío es así: entre las risas, se va filtrando la realidad, que encarada desde una perspectiva más sobria, y digamos ‘seria’, requeriría de un tratado en varios tomos, cuya efectividad bien podría cuestionarse. El cubano de hoy no necesita un ladrillo - como suelen llamarse aquí las obras tediosas y pesadas por dentro y por fuera -, sino que necesita reflexionar; y la reflexión -está demostrado- puede venir por más de un camino.



Lo cierto es que la mayoría de los últimos intentos de sintetizar la realidad nacional desde lo dramático se pierde en la falsedad tanto de su forma como de sus emociones. Salvo el populismo exacerbado, todo lo demás suena falso, forzado, como si aquellos que hacen estos filmes o seriales - el mal contamina cine y TV - vivieran en Marte o en un planeta aún más distante, y no en la esquina próxima, en medio de la multitud. ¿Acaso hay mejor atalaya para observar lo que sucede día a día aquí y ahora?

Así las cosas, Tabío tiene buena mano para tejer estas historias que se pasean por lo cotidiano a partir de lo cómico, y que de paso van sacando los ‘trapitos sucios’ a la luz pública, con ingenio e ironía. No hay que ser un Salvador Dalí del celuloide, ni subvertir la gramática cinematográfica, para hacer obras dignas y, sobre todo, trascendentes.

De hecho, más logradas parecen Se permuta (1983) y Plaff (1988), dentro de su innovación juguetona, que otros títulos más pretenciosos, como podrían ser Guantanamera o Lista de espera. La fuerza de lo popular se siente aquí de forma evidente, y aquellos que años después las vean pueden decir con certeza: sí, eso era la Cuba de aquel entonces.

Lo mismo sucede - detalles más, detalles menos - con El cuerno de la abundancia, una historia que no necesita ser biográfica para ser real; entre otras cosas, porque los mitos sobre herencias millonarias que le tocan, a su vez, a una millonaria cantidad de herederos, son tan comunes en la Isla como las decepciones que acarrean.

No menos cierto es el antagonismo velado -y no tanto- que se establece entre ‘nobles’ y ‘plebeyos’; y no hablamos de los Castiñeiras con "I" o los Castiñeyras con "Y" - según uno de los personajes, razón de diferenciación entre ambas ramas de la familia objeto del abultado legado - sino los Castiñeiras con familia en el exterior y sin ella. También se desvelan los amores preñados de intereses; los dos mil y un conflictos generacionales (agudizados por la convivencia forzosa bajo un mismo techo); las ‘travesuras’ extralegales buscando ese centavo que nunca alcanza; o los fundamentalismos ideológicos y su consecutiva intolerancia. Hasta el rechazo a la diversidad sexual aflora en este filme, eso sí, de ‘contrabando’, más como un lugar común que como una necesidad expresiva.

Así pues, parece que pocas cosas escapan a la lente crítica de Tabío, que aunque no haya creado con esta película "La divina comedia" del cine cubano, logra entretener de un modo constructivo y agrega un capítulo más a la crónica fílmica de la vida nacional.

Sin dudas, la mejor escena es la que más tintes periodísticos reviste, pues alude a la huida de la isla de unos balseros. ¿Quién puede negar que la realidad muchas veces supera la ficción, y que aquellas personas que escogieron partir del país en un automóvil americano de los 50 haciendo las veces de balsa rompieron todas las barreras de la originalidad?

Es vox pópuli que en el litoral de Santa Fe, al este de La Habana, unos inventivos emigrantes - ilegales, dicho sea de paso - decidieron taponear todos los agujeros de un vetusto auto norteamericano para que no hiciera agua y emprendieron la travesía de las 90 millas hasta el sur de la Florida, donde deben haber recibido asilo, como ya es costumbre.

Al menos, el público quedó fascinado en la noche del estreno y no sólo rio a mandíbula batiente, sino que ofreció una efusiva salva de aplausos y chiflidos.

La crítica nacional aún no ha ‘dictado sentencia’, las colas siguen en los principales cines de la capital y la virtud final de esta cinta, aún está por demostrarse. Ahora, que El cuerno de la abundancia es un producto correcto, de naturaleza refrescante y con las puertas abiertas a disímiles lecturas, no se puede negar. Y ya por eso vale.
****PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 12-03-09 EN EL PORTAL VOZ DE LA ATEI

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