La Babilonia ondulante: Historia del carnaval de Río de Janeiro****

¿Quién de los que hoy desfila cada febrero (o marzo, depende de los caprichos de la luna) se pone a pensar que una fiesta tan colorida y explosiva como el carnaval tiene un origen bien más banal y menos glamoroso? Y no es por el hecho de nacer del pueblo que se puede asegurar tal cosa; por el contrario, el pueblo es la fuerza motriz de esta fiesta que convoca los cuatro días previos al Miércoles de Cenizas a millones de personas del mundo cristiano, básicamente de cuño católico. (leer más)


Y es porque el cristianismo pacato y represivo es la fuente primigenia de esta fiesta, muchas veces bañada de eros y lujuria. Carnaval viene de ‘carni valis’, el momento en que las personas se atiborraban de carne en previsión de una cuaresma marcada por el ayuno y la abstención.

Quizás por ello, por el hecho de tocarles días de duelo y tristeza (el siempre sufrido Jesucristo como leit motiv de tantos pesares), la gente buscaba exorcizar sus demonios, y, en el desafuero más exacerbado, daba rienda suelta a sus apetitos carnales... de las dos carnes, dicho sea de paso.

Hoy en día, poco se guarda del sentido originario de estas celebraciones, pero la euforia sigue siendo la misma. Como diría el poeta: “Tristeza não tem fim, felicidade sim” (A Felicidade Tom Jobim/ Vinícíus de Moraes), de ahí que la mayoría aproveche estos días de asueto para meterse en la piel de un alter-ego colorido y explosivo que le permita ser aquello que se imagina en sus sueños más salvajes.

Entre los carnavales más famosos, sin duda, destaca el de Río de Janeiro, que es el de mayor proyección mediática y el que vive con mayor intensidad en los imaginarios colectivos de infinidad de países. Aunque lo cierto es que en el propio Brasil hay otros no menos coloridos, pero diferentes en su esencia.

En el mundo está el de Venecia, barroco y enmascarado. Estuvo el de La Habana que al ser desplazado a fechas poco usuales (como sucederá en el propio Río, por decreto de su cámara estadual, que además de febrero, tendrá 3 días más de festejos en junio, para calzar el flujo turístico) fue perdiendo con los años su esplendor, hasta transformarse, hoy en día, en una gigantesca borrachera colectiva (triste sin dudas).

Está el de Barranquilla con su sabor tropical, caribeño. En Nueva Orleáns se celebra el Mardi Gras, con su mezcla singular de francesismos, africanismos y americanismos. Y en Portugal, la Isla de Madeira tiene la supremacía en estas materias siendo para algunos antecedente directo de los carnavales brasileños (¿?).

Pero repito, es el de Río, el que todos los años roba la atención a los demás, copando los medios con noticias, que dan detalles de las escolas de samba, sus famosos miembros y los temas de los enredos.

El apogeo del carnaval carioca, como lo conocemos hoy, viene de la mano del apogeo del samba como género de danza; el cual ha quedado indisolublemente asociado a esta fiesta brasileña. Pero al principio el ritmo era otro. En sustitución de las polcas que inundaban los salones elitistas del siglo XIX, vinieron las marchas populares, pícaras e irreverentes a principio del siglo XX. También se modificó el patrón de los festejos, hasta ese momento apenas compuestos por un gran espectro de actividades, cada cual en su estrato social.

Mientras que los ricos se agrupaban en asociaciones carnavalescas y organizaban bailes de máscaras (muy afín al patrón francés que le dio origen a este y otros carnavales), las capas populares estaban unidas en bloques, que representaban distintos barrios, gremios, etc.

Fue Pedro Ernesto, alcalde de Río de Janeiro en la década de 1920, quien oficializó el festejo por primera vez, momento a partir del cual el carnaval carioca ganó otra dimensión. El primer Gremio Recreativo y Escuela de Samba (GRES) que desfilaría por la mítica Plaza Once (escenario original de los desfiles) fue Deixa falar (Déjame hablar) en 1928. Esta sería la célula de otros grupos emblemáticos como Mangueira (1929), Portela (1934) o Estácio de Sá, entre muchas otras.

Junto al samba de exaltación, composición típica del triunfalismo de la era Getúlio Vargas (presidente de Brasil de 1930 a 1945), va surgiendo el samba de enredo o sencillamente samba-enredo, como hoy se le conoce, que fue ganando con el tiempo mayor ritmo y frenesí; aunque quizás perdiendo al mismo tiempo en originalidad y variedad melódica.

Los sambas de exaltación, como su nombre indica, casi siempre se enfocaban en un tema patriótico o histórico, altisonante. Brasil estaba en la efervescencia del Estado Novo, que más que soñar, proyectaba un país grandilocuente y ampuloso. Así, los arreglos pomposos y con abundancia instrumental traducían esa apetencia.

Aquarela do Brasil, hoy himno alternativo de la nación, es el más famoso, pero no el único exponente del subgénero. Ni mucho menos de su autor, Ary Barroso, que compuso también Olhos verdes, entre otros ejemplos de sambas alegóricos.

En los 40 el samba-enredo se vuelve un género comercial. Las disqueras comprenden su potencial y lanzan sencillos con diferentes sambas-enredo.

Y aunque la música enlatada (sobre todo proveniente de los Estados Unidos gracias al programa Hit Parade CBS) desplazó el samba del foco de atención, la zafra ‘sambista’ continuó. Otra Aquarela... esta vez Brasileira (1964), del maestro Silas de Oliveira, es un ejemplo de esta rica producción poética y musical que no se detuvo.

El carnaval va transformándose y perdiendo espontaneidad. La competencia es grande y cada vez hay más medios económicos en juego. La construcción del sambódromo en la Avenida Marqués de Sapucaí de Río de Janeiro (1984, aunque ya se desfilaba por ahí desde el 78) cambia definitivamente el rostro del carnaval carioca. Sus desfiles se enmarcan en un rígido esquema, como un cauce que apresa el agua de un río.

Las escuelas asumidas como patrón definitivo se exportan a otras localidades tan disímiles culturalmente como São Paulo, Río Grande del Sur o Brasilia (en São Paulo, la Vai Vai, existe desde 1937). En todas ellas se reproduce el patrón del carnaval carioca, diferente a los carnavales nordestitos como el de Bahía, Recife/Olinda, etc. Aquí, hay samba, y al tiempo imperan otros géneros como el muy comercial axé music, el vivaz frevo y así por delante.

Ese patrón carnavalesco incluso cruza el océano y llega a Angola, donde se aclimata, aunque mantiene aires muy brasileños.

El aparato para producir un desfile se asemeja al de una producción hollywoodense o de su versión local la TV Globo. Hay compositores, diseñadores, vestuaristas, creativos, etc., todos ellos apoyados por miles de voluntarios que buscan la gloria y el esplendor de su escuela.

Todo tiene un precio y un costo. Los famosos reciben convites para desfilar con las escuelas (canalizando así la atención mediática). Ya los no famosos deben abonar determinadas cantidades en dependencia del espacio que quieran ocupar en el desfile. Los passistas, que muestran sus talentos danzarios en las alas, deberán pagar menos que aquellos que quieran ir en un lugar de destaque en los vistosos carros alegóricos o carrozas.

Las reinas de las baterías se escogen en reñidas competencias en las que las súper-mulatas muestran sus piernas y caderas y, sobre todo, cómo saben moverla al son de una caprichosa batería de samba, compuesta por tan-tans, tamborins, pandeiros, ganzás, agogós, zócalos, etc.

Cada año, las escuelas reciben puntuaciones de acuerdo a la originalidad de la temática escogida, y también de la originalidad a la hora de abordarla. De acuerdo a la puntación, se mantienen en el grupo especial o pasan al grupo de acceso, donde deberán volver a probar calidades para regresar al conjunto de escuelas selectas.

El espectro temático del carnaval carioca es de lo más amplio: desde el folclor afrobrasileño (muy natural y afín a este evento), hasta temas peliagudos como el nazi-fascismo/Segunda Guerra Mundial o la clonación. ¿Se imaginan traducir eso en sonidos y poesía?

Los desfiles - que duran hasta el amanecer del siguiente día, incluso más - están muy cronometrados y cada GRES entra en una hora marcada. Usualmente, el público corea los estribillos, pues ya los conoce de los discos que recogen los sambas- enredos del año. El primero de estos discos fue lanzado en 1968 en la propia Río. Ya en São Paulo, la primera compilación de este tipo data del 77. Contrario a otras épocas, el género no entra en las listas de éxitos y pocas veces sobrevive a esta fiesta, que en los 80 fue famosa por su liberalidad y permisividad sexual.

Hoy en día, aunque los atributos eróticos son un poco más disimulados - no demasiado, no lo vayan a pensar - el fervor continúa idéntico. Y aunque muchos critiquen esta fiesta por creerla prefabricada y carente de verdadero espíritu popular (mucho más tangible en Salvador o en Olinda, por sólo citar dos ejemplos), como decía el famoso crítico y semiólogo Décio Pignatari, allá por los 70: "Al fin y al cabo, ¿no son representantes del pueblo esos cuarenta mil passistas que todos años desfilan en esta Babilonia Ondulante?".

****PUBLICADO ORIGINAL EL 17-03-09 EN EL PORTAL VOZ DE LA ATEI

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