Los pecados de Félix


Por: Antón Vélez Bichkov 



Voy a empezar a consumir el Paquete. Yo, que no le conozco la cara, que he permanecido fiel (dependiente más bien) de la TV – no por la calidad o la superioridad de la oferta, sino por la manía de los horarios fijos y el placer, ya antiguo, de sentarse a verla – voy a empezar a pagar y fluir con mi tiempo. 

Al final, la lógica de que nadie te controle qué, cómo y cuándo, es bastante aplastante. Incluso más que la lógica del bolsillo que se traga cualquier otra.  

Qué me importa que alguien, en algún lugar tome decisiones equivocadas (sobre asuntos que no lo afectan y que, sin embargo, afectan las ideas que con esta iniciativa él, dice, defender). Que sea yo el último eslabón en una cadena que, dicen, encabezo.

Voy a salirme de la cadena y ser mi propio programador.

Siempre fui contrario a los maratones de capítulos o la baja resolución (que la propia TV nos metió por los ojos, en apariencia, por necesidad; creando, sin percibirlo, el reflejo condicionado de la chapucería audiovisual). 

El lado estético, tan comprometido en la TV, siempre formó parte del deleite, que hace años se volvió tortura (por los mil dramas - y no precisamente actuados - que la asolan).

Y sin embargo, el reflejo condicionado estaba. Ya lo dijo Boni, el artífice del ‘milagro Globo’: la televisión es costumbre.

Basado en esta costumbre, se construyó un imperio del audiovisual, no siempre limpio de polvo y paja, pero que puso la comunicación en primer lugar, con todos los pros y contras ideológicos que de ella emanan.

La costumbre nos hizo adictos de las telenovelas brasileñas, pecado capital de la TV nacional que hace 33 años se replica de forma relativamente estable en nuestras pantallas.

No me imagino los molinos que viento que tuvo que enfrentar Nivaldo para traer aquella Esclava Isaura, que paralizó el país. Sólo sé que ¡33 años después! deben seguir los remilgos.

No importan todas las teorizaciones sobre el fenómeno cultural que representan; que el culebrón viva en el ADN de los pueblos del mundo, incluso en aquellos que no estaban condicionados por él, como los del campo socialista; o que cumplan con misiones/funciones políticas explícitas en el contexto cotidiano.    

La telenovela – y en particular la brasileña – sigue teniendo enemigos en los pasillos del ICRT. Y digo la brasileña, pues al parecer hay carta blanca con las demás.

MV puede emitir las más dilatadas y disparatadas novelonas argentinas. Hoy en veda. Canal Habana, se da el lujo de sacar Sinú, río de pasiones, remedo de narco-novela colombiana, pulverizadas, con razón, aunque desde un ángulo errado, por un crítico de Granma.  

La brasileña no. La brasileña se escoge con pinzas. Si lo sabré yo. El placer obsceno de ver un folletín pura sangre, sin tantas inflexiones sociales, nos está vedado.

Al punto, que cuando pecamos de pensamiento y obra, como en el caso de la recién finalizada Rastros de mentiras viene el ‘castigo’.

En sus finales se hizo evidente el ‘poder del karma’ cuando Leila paga con la vida su injusta denuncia contra Rafael por besar a su hermana autista.

Aquí, en verdad, el subtexto era otro: la estrechez de marco penal ante la realidad erótica de las personas con limitaciones cognitivas, cuya vida sexual se veta, so pretexto de protegerla (en la propia Cuba, un caso así, podría llevarse por violación, ya que la persona no alcanza a comprender el sentido de sus actos, art. 298.1.b, Código penal)

Pero, a la vista de un público menos aguzado, reforzado por el didactismo pueril del autor, quedó como aquí se hace, aquí se paga.

Así mismo nos pasó a nosotros. Tantos meses de Félix diario, no podían pasar inmunes.

El villano gay se roba el show y deviene ‘damita’ de su propio romance con todas las de la ley, solidaridad del público inclusive. Eso es tan ‘pecaminoso’ como los giros poco elaborados, incluso, delirantes del guión. Tal sobredosis de novela no se puede tolerar.   

Y eso que Rastros… – por eso mismo, por ir a diario y ser tan ágil – se fue en un suspiro, si la comparamos con otras colegas.

Imperio, la anterior, ganó apenas un mes de ventaja, pues durante sus primeras 30 y tantas semanas se estuvo alternando.

Si La sal del paraíso no se hubiera repudiado en masa, la tendríamos un año y poco.

¡Un año de nuestras vidas! Casi lo mismo que durará Lado a lado, la nueva trama que habían anunciado para martes y jueves, luego - quizás por las discretas protestas - le agregaron el sábado. Gana un día más, pero no resuelve demasiado. Serán ocho largos meses.

Por breve que sea (tiene 105 cap.), en proporción, entrará en las más dilatadas. Sólo cederá ante Fuerza del deseo, cuyas 140 emisiones estuvieron casi dos años al aire (70 semanas exactas). O Sos mi hombre que parecía infinita con sus 230 episodios.

La decisión original, divulgada con reserva, me recordó el año 2002 cuando alguien prefirió ponernos miniseries, más cortas y menos expresivas, y evitar el subyugante Clon de Glória Perez, el cual llamó ‘una navaja de doble filo’.     

Lo peor es que Lado a lado no es la novela para contarla a cuentagotas. Ya lo dije en mis comentarios (blog) (Cubasí). Ni la cubana para cubrir el 'vacío' que nos dejó Félix. Ya lo prueba.

Al ritmo lento de la primera, su trama descolorida, con toques histórico-panfleteros se lo cargará cualquier novela turca que esté en el boom o la última producción de las T (Televisa y Telemundo), que siguen disparando cartuchazos.

(sobre todo, la última con su Señor de los cielos, transformado en un chorizo de proporciones industriales o su Caso cerrado, hoy sintonizado en directo).

La ofensiva – defensiva, siempre – de los shows de talentos, puede haberle robado algunas almas a La voz o Bailando por un sueño. Pero lejos está la TVC de producir un culebrón competitivo y con ‘valores’ con que aniquile a Esmeralda o más reciente al Sultán o Fatmagul. Eso sólo lo puede, parcialmente, la novela brasileña.

Si sale a diario. Cualquier otra variante es tirar dinero por la ventana. O dárselo al Paquete. Para no expiar los pecados de Félix voy a empezar a consumir el Paquete.

PS. Muchos pensarán ¿novelas? ¡con tantos asuntos importantes que tratar! Pero la telenovela es un asunto muy serio. Si son brasileñas más.

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