SIMONE BITTENCOURT DE OLIVEIRA EN LAS VENAS****

No lo puedo negar, a mí me corre Simone Bittencourt de Oliveira por las venas… Soy fan y no lo escondo, porque esta intérprete brasileña, con 36 años de carrera, a despecho de críticas (mal intencionadas y más) ha demostrado que su sostenido éxito no se lo regaló Santa Claus – aún y cuando nació un 25 de diciembre, hace ya casi 60 años. Es fruto de un don mucho más elevado, que no pecaría de exagerado, si llamara ¿divino? ¿Por qué no? Con certeza. Y ahora, al escuchar, gracias a la magia de Internet, su más reciente lanzamiento Na Veia (En la vena, Biscoito Fino, 2009) (disponible para audición gratuita en http://www.biscoitofino.com.br/ , lo confirmó con creces. (leer más)

El disco, compuesto por doce números, que alterna samba, baladas, MPB (Música Popular Brasileña) y algunas goticas de pop, fue grabado entre junio y julio de este año y siguió los lineamientos de la propia Simone, autora intelectual del proyecto. 

A su lado estuvo el musicólogo Rodrigo Faour, que colaboró en la selección del repertorio, en este caso, prácticamente inédito a excepción de tres piezas: Geraldinos e arquibaldos, de Gonzaga Jr., Ame, de Paulinho da Viola y Elton Medeiros, todos tripulantes habituales de la discografía de la artista, y Deixa eu te amar, de Agepê, Ismael Camillo y José Mauro Silva.

La novedad no viene tanto de la mano de sus compositores – la gran mayoría, visitada en un momento y otro por la artista – sino por su sonoridad. 

Desde su Seda Pura de 2001, no teníamos una Simone tan espontánea, fresca y plural. Estancada en la monotonía nos trajo Feminino (2002), Baiana da Gema (2004) e Ao Vivo (2005), para luego despedirse de las majors (Universal y EMI) y buscar buen recaudo en la Biscoito Fino, cuyo nombre ya habla por sí mismo (en portugués significa "bizcocho fino").

A ojos vista la nueva discográfica le hace bien. La primera prueba fue el excelente en vivo Amigo é casa (Amigo es casa), que dividió con Zélia Dunca, versátil intérprete de pop/rock/MPB. 

Hoy llega con Na veia, en que sola, pero con magnífica retaguardia (Rodolfo Stroeter en la producción y dirección musical, Julinho Teixera, Rildo Hora, Luiz Brasil y Nelson Ayres en los arreglos, Gabriel Pinheiro en la grabación y Carlos Freitas en la mezcla) demuestra que no necesita anclarse en el talento o ingenio de nadie – como sugirieron algunos con el álbum anterior – para hacer un producto de calidad suprema.

Simone siempre fue una jugadora de peso del showbizz. Los casi 15 millones de copias vendidas a lo largo de este tiempo lo demuestran. 

En los 70 ganó destaque con discos viscerales, marcados por el rigor estético y el compromiso social. 

Los 80 fueron sustancialmente más ligeros y le trajeron el éxito descomunal. 

En la década siguiente logró combinar madurez artística, con proyección comercial. 

Y aunque su relación con la crítica fue depauperándose conforme avanzaban los años – no siempre por culpa propia – su público continuó fiel y cautivo.

¿Y qué mejor tributo a tanta fidelidad que un disco como el que nos ocupa?

Na Veia abre con el provocativo samba-pop Love, del desconocido Paulo Padilha. Su arreglo fusiona las sonoridades más contemporáneas, con lo más auténtico del género bailable por excelencia de Brasil, en el que Simone siempre se anota buenos puntos. Padilha juega con las palabras y Simone con la composición, como si fuera una niña. 

Con la misma frescura e irreverencia se empeña en Certas noites (Ciertas noches) (Adriana Calcanhoto/Dê Palmeira), otro samba, esta vez más próximo de la canción.

El primer momento de ternura del CD llega con Migalhas (Migajas) (Erasmo Carlos, eterno compañero del Rey Roberto). En tonos discretos, pero emotivos, tratando de mantenerse en la línea siempre tenue e indefinida del buen gusto, la intérprete asume el ego lírico de una mujer que ha decidido pasar la página y vivir de nuevo. 

Es la misma cuerda de Começar de novo (Comenzar de nuevo, su gran éxito de 1979), Atrevida y Mulher e daí (Mujer ¿y qué?) (ambas de 1980), pero Migajas se hunde un poco más en la vena sentimental y romántica. Sus antecesoras tuvieron un sabor más libertario, a tono con la época de su lanzamiento.

Queriendo hacer, conscientemente, un disco alegre, Simone, no demora en venir con otro samba, Na minha veia (En mi vena) que bautiza el CD. Sus autores, Martinho da Vila e Zé Catimba, son viejos conocidos de la artista, que incluso llegó a hacer un disco entero con la obra del gran sambista de Vila Isabel y su letrista (Café com leite, 1996).

Aquí la Cigarra (su apelativo cariñoso) se sumerge en cuerpo y alma en el más puro samba de raíz. La ayuda, sin duda, el gran arreglo de Rildo Hora, un maestro en estas lides, que va subiendo de tono, conforme avanza la melodía. Pero de no ser Simone una diva del samba – casi nunca reconocida como tal – no lograría sentirse tan confortable en medio de cavaquinhos, pandeiros, tamborins y tantans, que van dándose paso mutuamente, hasta fundirse en un conjunto efusivo y vital en grado sumo.

Simone consigue darle luz al estilo siempre dark de Marina Lima en Bem pra você (Bien para ti); y aunque no llegue ser una de sus clásicas baladas-orgasmo (como Medo de amar # 2, de 1978 o Mania de você, 1986), se dejan sentir aquí y allá inflexiones sensuales, muy gratificantes. El arreglo: económico, como la mayoría de las baladas del CD. El resultado: positivo, en términos generales.

Fraseo preciso, dominio impresionante de su voz, nos muestra Simone en Geraldinos e arquibaldos, de Gonzaguinha. Otrora samba, hoy cha-cha-chá, con préstamos de otros ritmos caribeños, sobre todo en los finales, el tema nos presenta a una intérprete en su fase de ‘domadora de canciones’, como alguien la calificó años ha.

Simone somete Geraldinos e arquibaldos a su entera voluntad interpretativa, como quien se lima las uñas. Tal es la libertad con que desfila por su letra nada simple y que nos remite, gracias a la metáfora, a la época de represiones militares y limitaciones.

Gonzaguinha es, en mi criterio, el más ‘cinematográfico’ – si es que cabe el término – de los cantautores brasileños. Sus imágenes son cortas y precisas, sin floreos, ni melindres. Y Simone lo traduce bien, martillando con su voz cada palabra como el más hábil joyero, dando formas preciosas al oro y a la plata que su autor, fallecido hace más de tres lustros, le entregó en esta singular herencia. Como si fuera poca toda la gracia derrochada con anterioridad, viene la Matilda jamaicana, en generosa cita y nos hala, incluso sin querer, a la danza.

Doña Simone es correcta en Hostia, la otra de Erasmo, esta vez en compañía de Marcos Valle (uno de los ases de la bossa) y acertada en Pagando pra ver (Pagando para ver) de Abel Silva (otro compañero de longa data) y Raimundo Nonato de Oliveira. 

Ame continúa la línea del samba más próximo a lo tradicional, lo cual se agradece, sobre todo después de una estela de piezas del género bastante efectivas, pero algo estilizadas, sin el saborcito de lo genuinamente popular. El llamado está claro: ¡ame, sin miedo de sufrir!

¿Y de qué miedo podríamos estar hablando en una cantante que rompió tabúes de todo género, sobre todo sexuales, mucho antes que Madonnas, Chers y un largo etcétera? 

A pesar de confesarse tímida, cuando la cuestión es componer, Simone, por segunda vez en 27 años, nos presenta una canción suya. Y hay que tener buena dosis de osadía, para entre tantos pesos completos de la composición colocar una obra propia.

Vale a pena tentar (Vale la pena intentar), nació allá por los 70, exactamente en el año 1974, como respuesta al ya clásico Proposta (Propuesta) de Roberto Carlos. 

Simone había grabado la canción en su LP Quatro paredes y se aventuró en una melodía, cuya letra le arregló su mentor y descubridor Herminio Bello de Carvalho (con quien divide la autoría de la pieza). 

El Rey, incluso meditó en grabarla, con la condición de cambiar apenas una palabra, pero la canción fue engavetada, hasta que hoy sale a la palestra pública en interpretación grácil y arreglo ligero.

Definição da moça (Definición de la muchacha), poema musicalizado del multifacético Ferreira Gullar, es casi una invitación al orgasmo, que nos llega poco antes de cerrar la producción. 

Simone se deja y de paso nos lleva consigo por la ruta de la sensualidad que nos conduce a millones de lugares, todos indescriptibles, porque son misteriosos, gozosos, hasta dolorosos… pero siempre (o casi siempre) satisfactorios. 


El arreglo es, como suelo llamarlo, ‘paradisíaco’, potenciando cuerdas (guitarras, chelos, todos pulsados y activados en el momento preciso). Los sonidos surcan (en primero, en segundo, en tercero, en todos los planos) el espacio con sutileza y Simone se muestra maestra en el asunto.

Sus versos más que sugestivos (“¿Cómo poseerla, cuando está desnuda, si ella es toda lluvia, si ella es toda vulva?”), encajan como guante en mano en la voz aterciopelada de la Cigarra, que le cantó en más de una ocasión a la belleza de la mujer.

Y para no salirse de la vena semi-erótica, Simone decide ponerle punto final a su más reciente álbum con una regrabación elegante y discreta: Deixa eu te amar (Déjate amar), éxito retumbante de inicios de la década del 80, que logró lo impensable: por primera vez un disco de samba alcanzaba el millón de copias.

Impensable es también que hoy ningún lanzamiento consiga tales desempeños, independientemente de sus calidades. Paradójico o no, el éxito comercial es proporcionalmente inverso a la potencialidad artística de la mayoría de los productos en el mercado. Pero este CD es de los buenos y al mismo tiempo sumamente potable para un gusto masivo, no pervertido por la pobreza conceptual y el simplismo poético y melódico.

Por eso, esperemos que Simone, esté a partir de este agosto y septiembre – meses de lanzamiento y estreno del CD y espectáculo, respectivamente –‘en la vena’, no sólo de sus fans, que siguen siendo muchos, sino que sea ‘(re)descubierta’ hasta por sus detractores que con su odio demuestran apenas un a cosa: admiración disimulada. 

Carrera

Para quien no la conoce, un pequeño recordatorio. Estrella en su país natal y naciones de habla portuguesa y el Cono Sur, Simone incursionó con suficiente éxito en el mercado hispano, lanzando en 1991 su primer álbum en idioma español: Simone, que trajo su hit Procuro olvidarte (del español Manuel Alejandro y letrado por Ana Magdalena), Todo por amor y la grabación en dúo con Pablo Milanés de Yolanda. 

Dos años más tarde, siguiendo la moda del bolero, impuesta por Luis Miguel, la Cigarra lanzó La distancia con éxitos de Manzanero y un dúo en portugués con Julio Iglesias. El CD marcó el estreno en grande Raúl Torres, trovador cubano, hoy a medio camino entre la Península y la Isla, de quien grabó la bella Se fue. 

En 1996, llega el tercer lanzamiento hispano de la Bittencourt de Oliveira: Dos enamoradas. Entre boleros bien arreglados y versiones españolas de éxitos brasileños, transcurre este disco, el último que haría por la Sony. 

Inspirada en las fabulosas ventas de su CD navideño 25 de diciembre (que alcanzó cifras superiores a 1,2 millones de copias, luego del récord de 800 mil copias en un solo mes), lanza su equivalente en español, empobrecido por adaptaciones mediocres e interpretación poco inspirada. 

También bastante comercial fue Loca, de 1998, hasta ahora, su última empresa castellana. En él, la cantante hace un homenaje sui-géneris a Julio Iglesias, revistiendo de clase y potencia, éxitos melosos y endebles del ídolo por excelencia de la industria musical española.

****PUBLICADO ORIGINALEMENTE EN EL PORTAL VOZ DE LA ATEI EL 01/10/09

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