La matemática de Buena fe


Por: Antón Vélez Bichkov  

La falta de una crítica más seria y sistemática de música, se hace evidente, cuando leemos las loas a Buena fe. No que sea tendenciosa y cruel como la brasileña, pero sí menos 'complaciente'. Una letra enrevesada, no necesariamente es una letra buena. No todo lo que se resuelve en los predios de la timba, refleja, necesariamente, sabor popular o cubanía. Tanta responsabilidad que han echado sobre los hombros de la música. Tanta música mala que se hace. Y nadie parece decirlo...

Llevo años 'oyendo' al grupo (difícil evadirlo, cuando es un sine-qua-non de la radio) y de sus discos, sólo el primero me parece lo suficientemente maduro y espontáneo. 

La maldición del primer disco 'bueno' no es exclusiva de este dueto. Ahí caben Polito, Raúl Torres, hasta Carlos Varela una vaca sagrada de lo 'alternativo' que no pudo superar la barrera de su propio mito. La 'industria' lo fundió y produjo, después Jalisco Park, Monedas al aire y Como los peces, algo tan mecánico como Siete y todo lo que a continuación vendría.

Pero el caso de Buena fe es diferente. Si aquellos, tras el destello de genialidad, trataron de andar caminos diferentes y no les ayudó la musa, a los guantanameros los hundió la necesidad de producir

Tan pronto probaron el sabor de la fama y conectaron con 'otras necesidades extra-culturales', Buena fe se volvió un remedo de sí mismo.

Cada nuevo álbum se montó sobre una fórmula (que ellos negarán con vehemencia, pero que se hace evidente, incluso si ya está inscrita en su ADN).

A la reflexivo-crítica-ecológico-patriótica, de corito fácil (que pueden ser varias, aunque parezcan una sola), se une la baladita, en que la 'poética jurídica' de Israel Rojas, se hace aún menos tolerable con las melodías poco duraderas ¿de Joel? 

Ni tengo idea. Nunca me he metido por los vericuetos de su proceso 'creativo'. Sólo sé que - al menos a mí - no me funciona.

Es claro, que tras el harakiri (o 'sincericidio'), pocos verán objetividad en mis palabras. Más, cuando parece ser unánime la idea de que el dúo es de lo 'mejorcito' de la música que se hace hoy en Cuba.

Su público, en apariencia vasto, según lo evidencia la cuenta en Facebook, responde bien (incluso se amplía, pues han firmado con el sello de Ricardo Arjona - ¡qué cuatro patas pa' una mesa! - y eso los ha llevado más allá de Venezuela, su primer 'mercado' fuera de fronteras).

Pero tendríamos que ver hasta qué punto cala hondo su mensaje en una juventud que es mucho más plural que la que sube y baja La Colina. Incluso ahí, no creo que todos capten sus 'señales'. Todo en ellos es tan pensado. 

Todo en ellos es tan distante de una experiencia artística menos calculada...

No digo que la masa no se condicione. Un gran por ciento de lo que hoy circula en el mundo es prefabricado. Pero el instinto a que responde ésta es mucho menos artificial y artificioso que el que Buena fe propone. 

Habría que hacer algún estudio y analizar qué audiencia 'hala' el dueto. Quizás no sea estadística, mas creo que orbita entre los 'culturosos', los forzados por la 'canción inteligente' y aquellos con pespuntes ¡pequeño-burgueses! (lo que en otras tierras se llamaría clase media).

Para la turba que visita el Malecón y lo abandona en estampida cuando la noche se transforma en madrugada, nada más efectivo que un reguetón que le exorciza sus demonios (y me perdonan el cliché) o un José José que aún suena en las guitarras de los bardos ambulantes y le permite 'hablar de emociones' (un gran tabú en esta vida tan concreta).

La 'buena fe siempre se presume', nos dice un axioma del derecho. Quizás no sea tanto el cálculo, como la pretensión o la falta talento. A veces los artistas se enclochan (y cuando se les quiere bien se dice que es su leitmotiv o su lenguaje creativo). 

Pero reparen en su reciente lanzamiento (foto-encabezado). Fabelo en la carátula. Adentro nada suena a nuevo. Ni el intento de pagode en boca de Joel. Ni el supuesto sabor latinoamericano.

No es la primera vez que coquetean con las artes plásticas. Es una forma de categorizar su contenido. Una alianza sagrada con la pintura que tiene el halo de la rebeldía intelectual.

La rebeldía e intelectualidad que les falta, muy a pesar de su mensaje impostado que pretende ser la voz [sofisticada] de una nación. Al menos de su segmento joven. 

Nombres como Sobreviviente, Soy, Extremistas nobles (con el ingenioso Frank Delgado), Presagio, Catalejo, Arsenal, Corazonero dan la medida de su [no lograda] intención 'mesiánica'. Y con el Mesías siempre viene la redención, porque la culpa, la maldita culpa no la tiene nadie.

La punta de tu risa que sabe traspasarme las entrañas. Israel Jojas

Recuerdo que a inicios de carrera, cuando aún no eran 'dioses', un músico extranjero se me quejaba de su sonido tieso, de esa batería rock omnipresente, que no le ofrecía ningún sabor de ¿cubanía? No necesariamente. Era un sonido sin novedad musical y poco convincente incluso para un casi amateur.

17 años más tarde todo sigue igual. Buena fe es un 'producto'. No sólo musical. Y como producto su matemática no cambia.

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