Arte & panfleto… lado a lado


Por: Antón Vélez Bichkov 
 
Dos no hacen una. Se puede decir de las novelas comenzadas la semana pasada.
Y fíjense que Lado a lado, la brasileña, no es de despreciar. Una producción soberbia, a la altura de la marca Globo, que por sí sola serviría para justificar el Emmy a mejor telenovela otorgado en 2013. 
No me sorprendería que fuera el esmero usual de la red carioca, no la historia, nada extraordinaria, lo que los llevara a otorgárselo…  
Lado a lado abre con Liberdade, liberdade, intenso samba-enredo que llevó a la cúspide a la GRES Imperatriz Leopoldinense en 1989, al año del centenario de la abolición…
Y aunque las presentaciones en Brasil ya no tienen el peso de otrora – van antes del primer corte a comerciales, cerca del minuto 15 – conservan la misión formal de ilustrar la trama con la mayor síntesis y simbolismo posible.
Aquí esto no sucede. No del todo.
La letra corresponde en calidad y grado con la esencia:
Liberdade, liberdade, abre as asas sobre nós,
Pra que a voz da igualdade seja sempre a nossa voz
Vem, vem reviver comigo amor
O centenário em poesia
Nesta pátria mãe querida
O império decadente, muito rico incoerente
Era fidalguia e por isso que surgem
Surgem os tamborins, vem emoção
A bateria vem, no pique da canção
E a nobreza enfeita o luxo do salão, vem viver...
Pero el ritmo decae tan pronto comienza el capítulo y se impone otro tempo y talante, con lo que se abre una brecha estilística.
Lado a lado podría ser una novela de época narrada desde un código moderno.
Mas no lo es.  Escrita por ‘jóvenes’, Lado… es una novela con toque antiguo.  Incluso anticuada.  
Si al menos se adaptara al tipo de samba amaxixado que aún predominaba entonces y que oímos en los segundos iniciales de la transmisión, cuando José Navaja (Lázaro Ramos) descubre a Isabel (Camila Pitanga) bailando en la multitud y se enamora a primera vista, el contraste no sería tan nítido. 

Isabel y José se conocen en pleno carnaval

Este primer encuentro inaugura un romance que cuaja ya para las postrimerías del capítulo (bastante rápido, de hecho).

Ahora, por muy concreto que haya sido este comienzo y generoso el espacio que se le dedicó a lo que se cuenta (la trama), lo que le sirve de fondo (el tema) se lo tragó por momentos. 

El énfasis en los presuntos detalles de la época y las referencias – más que didácticas – fue demasiado y poco hábil.   
 
Pareja reciclada (Insensato corazón)

El romance José/Isabel – trabajado en clave novelera, con los típicos choques y pasiones fulminantes – se sustanció menos de lo posible.   
 
Absolutamente todas las réplicas en uno y otro sentido lucieron impostadas, como en un informe o en un reportaje histórico. Preocupados por pasar su mensaje ‘libertario’ y marcar el tiempo colocaron en boca de sus personajes datos, datos y más datos. Más importante fue acomodar la información a los parlamentos que hacerlos sonar orgánicos, como dichos por gente de carne y hueso.

Otro contraste de estilo, pues precisamente por esto, Lado… declara su tendencia al ‘realismo’. No a la novelita rosa que domina su horario de las seis. En el capítulo uno, sus héroes se la pasaron discursando, haciendo declaraciones de principios y encarnando bandos/ conflictos sociales y/o generacionales.  
  
Thiago Fragoso, Gilberto Braga y Camila Pitanga

Este es el primer síntoma de la supervisión del libretista Gilberto Braga (La esclava, Vale todo, Paraíso tropical), de cuyo equipo emergieron João Ximenes Braga (no son parientes) y Cláudia Lage, otrora colaboradores y aquí titulares. 
Sus trazos se harán más evidentes en otros detalles de los que quizás hablemos más adelante. 

Puede que el horario lo exija, pero a mí me sonaron burdas aclaraciones tipo: “carnaval, fiesta de la carne” (por mucha ‘carga extra’ que llevara el bocadillo).
O demasiado folclóricas las alusiones a todo el universo negro reducido una vez más a baile (constante), capoeira (mal vista, a juzgar por las insistentes referencias), pugnas de bandos contrarios (también vividas en las fiestas populares cubanas) y el consabido rechazo del samba (por el que pasaron el danzón, la rumba, el tango y todo lo que oliera a África).
En esta ocasión, con un comentario ‘alevoso’, pues los escritores bien saben que doña Constanza (foto) no tiene razón, que esa música sí marcará la cultura brasileña.
Pero lo hacen lucir como un trazo negativo más del personaje, no como una actitud plausible a una criatura con un repertorio ideológico que no le permite apreciar, valorar, ni mucho menos vislumbrar el futuro de esos ritmos.
Es que ni sus propios ejecutantes. Nadie pensaba en el futuro cuando hacía samba. A diferencia de José, otro punto falso del relato. Vivían y punto. 

El abultado equipo de guionistas, nuevamente, traiciona su premisa de hacer una novela fina y huir del cliché al insertar todos los clichés posibles de la época (quizás copiados de manuales) y de un tratamiento de este tipo. 

Constanza invade la privacidad de Laura y lee su diario

Laura es tan consciente como el capoeirista, que opera con vocabulario e ideario de ONG negra. Sabe de la segregación americana, que tiene derechos y los reafirma con resistencia mínima en una escena tan improbable como el ese primer beso fruto del impulso catalizado por la admiración (cuasi ideológica). 

Es hoy y en Brasil falta la información y sobran prejuicios para que entonces una pareja pobre, negra, entre en un restaurante de lujo y no lo abandone cuando le piden ‘buscar otra casa’. También forzado fue el casamiento en la misma iglesia (ya en el capítulo tres). A pesar de los malabares que hicieron para justificarlo.
Los ricos de Río de Janeiro siguen casándose en La Candelaria, mientras que los de São Paulo lo hacen en Nuestra Señora de Brasil…  

Las novias coinciden en la iglesia

El fuego cruzado sobre valores de generación y época es hoy tan inusual como seguro lo era entonces. Y sólo suena bien a oídos de puristas e intelectuales ‘comprometidos’ que aún disfrutan de un tipo de teatro panfletero y, por eso, superado.

Por muy ‘correcto’ que luzca siempre enjuiciar y cuestionar lo viejo, el estereotipo no deja de estar presente. Muy al sabor de esos dramaturgos perseguidos que la Globo contrató para refinar su programación dramática.

Tampoco faltan frases hechas de tele-culebras gilbertianas tipo: “¿tienes idea de lo que importa este casamiento?” o la insistencia de penetrar la alta esfera.

Laura, orbita entre las virtudes típicas de la damita joven y la heroína combativa dispuesta a defender la causa

La plática ‘sutil’ de la vasija (en realidad una insinuación sexual de Berenice - Sheron Menezes, foto - a José Navaja), fue superficial y fruto de esos diálogos producidos por el oficio, no por la pasión de los colaboradores, meros profesionales de la palabra, anulados ante el ego creativo de los autores-titulares.   

El año que media entre el beso y el casamiento, el retraso del barco una semana, los desencuentros en el puerto sólo para casar a la pareja sin hablar y crear la expectativa del abandono en el altar, así como otros costurones hacen pensar que no todos tienen la madera de los grandes novelistas y que a João Ximenes Braga le sobró pretensión y le faltó habilidad en su primera empresa.

Y por qué no: encanto, tan necesario a las novelas de esta y de cualquier hora.

La baja audiencia de su trama, una vez más, fue obra de sus propios lastres. El público no tuvo culpa alguna. Lo mismo que pasó con Mujeres ambiciosas. No balde es el mismo equipo.

Pero aquí, estoy seguro, la gente sabrá descubrirle virtudes y la recibirá bien, muy a pesar de su difusión alterna (o quizás por ello… ante una mala novela cubana tres veces por semana, siempre tiene que haber una buena novela brasileña para aliviarnos, incluso si se emite a cuentagotas)

El tono amarillento, que suele acompañar estas producciones, se ha moderado en los capítulos siguientes. Así como el ritmo, más bien lento.

Vamos a ver cómo continúa.     

PS. Todo esto muestra que incluso una joyita como Lado a lado, tiene cabos sueltos y no tiene que ser tan ramplona como Rastros de mentiras para sacarle lascas (críticas).   

Trivia: en una práctica habitual en la Globo, la pareja protagónica (Lázaro Ramos & Camila Pitanga) fue reciclada de Insensato corazón, producción estelar en que encarnaban el segundo par del folletín. Algo semejante pasó con Patrícia França y Leonardo Vieira héroes de la 1ra fase de Renacer que se ganaron su propia novela de las 6 (Sueño mío) o Carolina Ferraz y Du Mosvovic que tras su éxito en Por amor, estrenada a las 8, se adueñó del horario de las 6 con Pecado capital. 

De aquí, Camila y Thiago Fragoso (Edgar) siguieron para Babilônia (Mujeres ambiciosas), novela poco afortunada de las 9.
 

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