Bailando en Cuba: bailarines vs. bailadores

Por: Antón Vélez Bichkov 


Que Bailando en Cuba es programa de bailarines y no de bailadores, todos se han dado cuenta. Rindió una crítica, una caricatura y comentarios varios.

Pena que el pensamiento, no tenga conexión directa con la web. O que no haya web a mano para exteriorizar de inmediato el pensamiento. Si no, esta idea habría salido en tiempo real y con menos sabor de déjà vu!

El programa empecé a verlo por la emisión 3 ó 4. Por más que traté de conectarme con los preludios, no pude. Había un algo arficial, recargado, en aquel salón fastuoso, por donde desfilaron las parejas. 

Sin contar que el Oba teere oo 'coreográfico' - que fue mi primer 'encuentro' con Bailando - me resultaba tremendamente espantoso.


Ya entonces 'sospeche' que no veríamos exactamente un Para bailar (foto abajo), sino algo más próximo a Bailando con las estrellas. Como la TV Cubana no puede permitirse 'tal futilidad', la fórmula del semi-profesionalismo era perfecta para mostrar un poco de acrobacia y lentejuela. 

Ahora, como dijo el amigo Yuris Nórido, había un serio problema de concepto en ese empeño. No sólo por la indefinición del qué, el cómo y el cuándo han de premiar. Sino del 'raport' que se establece entre el bailarín y su audiencia.

Según parece, la gente respondió. Incluso votó más que en Sonando... pero digan la verdad: ¿qué instrumental teórico dispone un televidente raso para evaluar la calidad de una pareja y a partir de eso jerarquizar sus simpatías? 

El canto es totalmente diferente. No todos cantan. Pero todos consumimos canto. La danza es otro mundo. Mientras el grueso de la masa baila, muy pocos la disfrutan a un nivel más alto.

No es lo mismo apostar por 'gente como uno', que va a mostrar algún talento innato, que enredarse en la trama de la jerga coreográfica.

En la práctica, lo que está pasando es eso: el público se 'enamora' de una cara, de una historia, de una emoción... no de su técnica. 

Presencia y estatura... no acompaña a todos

Muy a pesar que en este caso los bailarines han estado poco en evidencia. En plano secundario. Tanto que a un programa del final se siguen divulgando [sentimentales] notas de sus vidas. El melodrama es lo más grande y eso también lo conocemos todos.

Con todo esto, aun no entiendo - y lo confieso - cómo han podido decantarse por la pareja A o B. A mí se me desdibujan. A todos los niveles.

Y esa es la otra parte. Si a bailadores no profesionales, se les perdonaría no tener 'presencia', a alguien que pretende serlo se le exige más.

Poco vistosos, los jóvenes se pierden en escena. Una estatura, siempre fue un plus en lo escénico. No creo que sea excepción en el universo de la danza.

No es sólo verse más allá de la fila cuatro. Es ser más que un bulto moviéndose en escena y ejecutando pasos (en esta ocasión recargados, muy por encima de lo que da su anatomía).

Ranger el mejor de la competencia, según List Alfonso (Escambray)

Aquí el 'capricho' del coreógrafo ha tenido rienda suelta. Cual moda de pasarela, se olvidaron del prêt-à-porter de la danza.

Qué diferencia, ejemplo, de la pareja de los Santos, que vimos uno de esos domingos ‘temáticos’, que sacó la producción a La tropical (con notable despliegue de recursos, de lo que trataremos en segundos)

Aunque no soy el fan del bailable cubano, una buena pareja de baile se disfruta más que todos los malabares coreográficos. 

Saltando... en Cuba (Jara y Osmani, Escambray)

Como en el programa anterior se insiste en el 'rescate' -la palabra de orden- del baile popular. Mi pregunta sería ¿cómo? si strictu-sensu éste no se vio en estado puro un solo minuto.

Quizás a ellos les parezca necesario, pero la danza en Cuba no requiere de más promoción que la que tiene, pues si algo se sobra son grupos danzarios. Falta la demanda.


Nada contra la fastuosa producción de Bailando (¡es un lujo!), pero todo aquello ¿se compensa de algún modo? 

Ya hablamos del domingo en La Tropical. Ahí echaron la casa por la ventana.

Hicieron fantásticos tiros de cámara aéreos (algunos coherentes, otros menos, pues no había grandes 'formaciones' que reflejar), montaron un escenario con un pantallón gigante. Y para rematar llevaron el dream-team de la salsa en Cuba: Adalberto, Van-Van y Habana D'Primera.

Todo eso cuesta. Y hasta ahora no le he visto mayor utilidad que el supuesto entretenimiento. Alguien me alerta de la votación por SMS y el lucro que deja el intenso tráfico de esas noches. Quizás…

Con todo y sus problemas, Sonando en Cuba me divertía más que este programa.

Incluso cuando el jurado es mil veces más profesional que el que le antecedió (claro, a Santiago se le agradecerían más criterios amparados en su vasta experiencia que la pincelada histórica... a veces pareciera que no tiene nada [técnico] que decir y así 'resuelve').

La conducción, salvada por la crítica 'especializada', cancaneó con Carlos, Camila y Leo.  

Tres tonos por arriba, Camila lució siempre exaltada, artificial. Leo y Carlos tuvieron que luchar con sus escasas dotes histriónicas y hacer la transición a la que no sobreviven actores más fogueados. 

Otro momento reiterado es la pincelada ‘social’ que, sin dudas, ‘compensa’  cualquier exceso de purpurina. 

La TVC es alérgica a ella, aunque ambos proyectos ya se elevaron por los entusiastas a categoría de fenómeno 'cultural', cuando en sentido estricto están en su registro natural: el entretenimiento. Y bien por ellos.


Para bailar (otrolunes.com)

Comentarios

novoluar ha dicho que…
Este material estuvo en el tintero varias semanas. Se escribió para los finales del programa y sólo ahora me decidí a publicarlo. Agua pasada no mueve molinos, pero...