Escrito por Antón Vélez Bichkov/ Especial para CubaSí*
Por la hora que terminó
dudo que muchos lo vieran. Tampoco los ‘telefilmes’ cubanos (antaño
‘teleplays’) tienen un público masivo. Y con razón. Pero Pareja abierta,
presentado este martes por CV, merecía atención.
Digo, si Ud. todavía
apuesta a la TV Cubana y le interesa un producto más ‘moderno’, visual y
dramatúrgicamente hablando.
No es que estemos ante un
dramatizado descollante, pero esta Pareja… puede servir de prototipo para lo
que podría y, sobre todo, debía ser la TV nacional.
El gran mérito reside en la
fotografía. La dramaturgia también tiene un plus, pero no es una labor enteramente
original.
A Elena Palacio ya la
conocemos. La directora y guionista no se aventura con sus propias artes.
Siempre la vemos de la mano
de obras adaptadas, con mayor o menor suerte, y rodeada de música de ‘importación’
(aquella que antes disfrazaban con un lacónico ‘DR’ –derechos reservados– y que
hoy, pienso yo, debía sufragarse).
Tal música, no sólo adorna
y da más variedad, sino resuelve un lado práctico (al menos para la Palacio… que
no sé cómo lidiará con los permisos y las cuotas).
Práctico también es ir a la
literatura o el teatro. Lo básico está ahí. Sólo precisa de ajustes.
La historia es el bien más
escaso de la industria. Por ello, los libros y las tablas la nutren con
frecuencia.
Esta vez le tocó a Pareja
abierta, escrita por Darío Fo y Franca Rame y visitada por el teatro nacional varias
veces. Una de ellas con Susana Pérez y Roberto Perdomo en el elenco.
Transformar la verborrea
teatral en imágenes no es fácil. Superar la barrera de lo meramente discursivo,
de las catarsis y del ajuste eterno de cuentas, que es la base de la
dramaturgia escénica, suele ser el gran escollo de los adaptadores.
La artificialidad innata
del teatro enmascara la imperfección de diálogos y situaciones y se resuelve
con la entrega y el rapport que se
establece entre el escenario y la platea.
El texto, en realidad
mediano, pues pocas veces vence lo ya dicho y ya oído, ganó en la perspectiva
de Palacio más movimiento y colores.
Ya sea ilustrando, ya sea
jugueteando con los recursos expresivos (aquí usados con economía), Elena se
impone a la inercia y transforma el contrapunteo en actos (si bien no siempre
logra sacudirse el aire teatrero, puesto que Pareja… es ‘químicamente pura’ en
este aspecto y ella no consigue rebasar esa esencia).
La fotografía de Ana María
González es su principal arma. Es ésta quien interpretó su voluntad y la volvió
imagen.
González y el equipo de
iluminación están al día en cuanto a tomas. No es sólo la textura y los tonos, que
también merecen el aplauso. Es la composición y la intención de sus escenas,
cuidadas, por momentos minuciosas, que le dan al telefilme una visualidad
cosmopolita nada usual en la TV que nos ocupa.
Salvo el desmacheo de las
locaciones (los balcones son en 21 y O; los interiores en alguna otra parte y a
veces contrastantes con los demás ambientes de la casa), el resto es impecable.
La Habana en un raro esplendor.
Como nunca se ve. Ni en TV, ni en cine, tan dedicado a la miseria.
Hasta la Calzada de 10 de
octubre, venida a menos, muestra su belleza única, cuando aparece
incidentalmente, en una toma oblicua y momentánea.
Sta. Catalina en el ocaso,
con la iglesia de San Juan Bosco dibujándose en el horizonte, es una foto de
concurso.
Las actuaciones son un
capítulo aparte. Yerlín, actriz-fetiche de la directora y Roque, muy visto y no
siempre en su mejor faceta, pasean con tal propiedad por el libreto que no
saturan aunque se pasen todo el tiempo en evidencia.
Pérez es un todoterreno de
la actuación. Moreno también es un actor orgánico. Pero entre las tomas-uno,
los maratones de escenas salteadas, sin coherencia, ni secuencia lógica y los
bocadillos francamente impronunciables, no siempre rinden (aunque caigan de
pie). El mal asola a otros intérpretes con condiciones.
Es esto prueba de la
importancia de un guión con modulaciones suficientes para que un actor se
luzca. Incluso aquí que, como dijimos, tenemos un texto florido, pero no
extraordinario.
En un equipo esencialmente
femenino, de directora, productora, fotógrafa y otras funciones trascedentes, la
cámara y edición estuvieron en manos masculinas.
Lástima que la TV Cubana no
consiga producir más de hora y media con esta calidad visual. Incluso
directores con ‘fama’ naufragan al encarar las series y telenovelas que, desvirtuadas
y todo, siguen de plato fuerte de las noches.
La propia Elena, artífice
por vocación de todo esto, habría que ver cómo se saldría en un relato menos
puntual y más extenso. Sería su prueba de fuego. Y de pasarla… su apoteosis.
*Publicado originalmente en Cubasí el 31 de agosto de 2017
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