Lado a lado: alimentando la 'contracultura'



Basta con ver el perfil de João Ximenes Braga, co-autor de Lado a lado, para entender el porqué de todo aquello. 

Nunca vi novela más recalcitrantemente revanchista en mi vida. Al punto de llegar al delirio (lo cual no sería un defecto en el género, pero traiciona su vocación por la 'justicia histórica' que, irremediablemente, está anclada en la verdad de los hechos).

Su 'irrealidad' no es fruto de las 'concesiones' al melodrama. Sino por el deseo de reivindicar, a como dé lugar, una serie de posiciones soslayadas por el status-quo y que no siempre aparecen en pantalla. 

 
La escena de José María subiendo al ring para enfrentar al luchador de jiu-jitsu es, sencillamente, ridícula.


El colmo de una serie de pies forzados, que quieren endilgarle a él un heroísmo y protagonismo histórico no visto ni en los galanes más engomados de los culebrones de otrora.
 

Sólo en las obras de marcada vocación propagandística que por definición no son 'arte'. ¡Son propaganda!
 

La oración 'ecuménica' por la mãe de santo presa fue otro colmo. ¡Hasta la madre del delegado, una mujer que no tiene paz con nadie y está lejos de la tolerancia religiosa, de repente, se compadece de la 'hechicera' hereje!
 

Su actitud tampoco era realista. No parecía tía Jurema - una santera sin terreiro, ni actividad religiosa - sino ¡mãe Stella de Oxóssi, que en 1983, abdicó del sincretismo junto a otras líderes religiosas! 

(sincretismo que aún se practica en las más importantes y seculares casas de santo de Bahia, con misas alegóricas, en días marcados para su calendario religioso).
 

"No voy a renunciar a mi religión", dijo capítulos más tarde.
 

¡Claro que no! Ninguna renunció. Pero todas iban a misa y más que declararse, se trataban de católicas practicantes y sinceras que rezaban novenas y rosarios con la frecuencia y el fervor establecidos. 

Ejemplo: Mãe Aninha del Òpó Àfọ̀njà, a cuya muerte no sólo le rindieron todos los tributos africanos de rigor, sino que se veló su cuerpo en la iglesia de Nossa Senhora do Rosário, de cuya cofradía era miembro activa.
 

Por ende, la defensa de Jurema no sería la de la identidad y la cultura, muy fuera de lugar para esa época, ni tampoco un evento de esas características y proporciones.  

Tampoco confiar en el poder constituido, reacio - a ojos vista - a cualquier manifestación de la cultura afro y a las clases bajas en general.
 

Sino las movidas tras bastidores, con políticos y poderosos, cuyo apoyo se granjearon todos los pais y mães de santo de categoría en ese Brasil lleno de intolerancia religiosa.  

Es curioso que ese estado, siempre impugnado por la trama, siga como la medida de la justicia, ya que los personajes viven y mueren haciendo uso de sus mecanismos, no importa cuán viciados estén, ni cuán adversos sean. 

Y no sólo porque éste, como es obvio, los imponga. Hay una mezcla de idealismo y demagogia que va más allá de cualquier uso novelesco. Es la manifestación obstinada de un deseo de ser parte, que no refleja la [dura] realidad de tener que aprender a vivir con ello. 

Es el retrato idílico de personajes siempre pintados en tintes negros y que aquí no pueden tener ni una mancha.

No sé en qué momento pensó que la telenovela sería su género. Ni siquiera entiendo por qué optó por ella.
 

Para una persona tan reacia al status quo, al punto que su página se vuelve un río de bilis, apostar por el folletín, El género de la evasión, es cuando menos prueba de una incoherencia artística e ideológica.
 

No me digas que sigues a Dias Gomes, comunista asumido, que vio en la Globo la gran ventana a 30 millones de personas. Incluso antes de existir la Globo, Dias, conjugaba la radionovela con su sólida obra teatral (frenada por la dictadura, que lo llevó a la TV, en un curioso rejuego de ideología y utilitarismo).
 

Es muy rico posar de progresista e íntegro ganando miles. No fueron dos días. Fueron ¡nueve años!
 

Que serían más si la Globo no rescinde su contrato tras Babilônia (Mujeres ambiciosas), la novela que llevó al extremo toda esa amargura - aquí más atenuada - y resultó un fracaso.
 

Novela tosca. Sin inspiración. Ni gracia. Exactamente como su muro de FB, cuya transmisión en tiempo real habría ahorrado a la emisora carioca millones de dólares...
 

Claro, no le habría dado un Emmy, como el que ganó en la disputa con otro tratado de excesos: Avenida Brasil.
 

Eso y el apoyo de cierto segmento del público, que aún hoy sigue hipnotizado con Lado a lado, le harán pensar que sí: que lo hizo bien y tenía cosas qué decir en el campo novelero.
 

Aunque viendo su absolutismo, no creo que le haga mucha falta. Él se enciende y se propaga, sin necesidad que lo soplen mucho.
 

Otro que para alimentar la 'contracultura' no tiene miedo a falsearla, del mismo modo que lo hacen los que él increpa con violencia y saña



© Antón Vélez Bichkov 


Lado a lado: folletín militante

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