¿Televisa en Cuba?

¿Quién diría? ¡Televisa tuvo la mira puesta en Cuba! Y no hablo de galanes o libretos (mal pagados a algunas plumas fantasmas o la Agencia Literaria Latinoamericana).
El pulpo mexicano, acostumbrado a desfalcar el talento latinoamericano y volverlo bagazo, pensó - seriamente - ¡en producir telenovelas en la isla!
Pues sí, leyó bien. ¡Culebrones mexicanos en Cuba! El dato lo aporta Pedraza Ginori, conocido director cubano, que estuvo en el ICRT entre 1965 y 1995, cuando emigró.
En su blog, detalla con pelos y señaleslo que él llamó el 'noviazgo' entre el ICRT y Televisa, con una precisión sólo dable a un protagonista directo de los hechos.

Para 1990, la Televisión Cubana, pionera en el género, como la radio, había perdido la costumbre y el oficio, no sólo de hacer dramatizados comerciales, sino de hacer dramatizados en sí.
La crisis ya mostraba su rostro y uno de sus resultados fue la supresión de lo que sería la primera telenovela del realizador, especializado en programas musicales.
Una secuencia de hechos le fue probando a Pedraza el superobjetivo de la empresa de los Azcárraga. Aquí, reproducimos el segmento que nos interesa, en que el director relata su entrevista con un importante ejecutivo, en el marco de su visita a México, para participar en el festival OTI de la canción, en que Cuba debutaba aquel año 91.
El Jefazo

Al final del segundo día, para cerrar mi visita, me recibió un jefazo muy importante que lamento no recordar quién era. Fíjense si el tipo era jefazo que tenía tres secretarias, quienes trabajaban en exclusiva para él en la sala contigua a su despacho.
El hombre me recibió cordialmente y me dedicó un buen rato. Tras preguntarme qué tal me había parecido Televisa y otros temas triviales, pasó a hacer hincapié en lo fundamental que era para ellos la producción de telenovelas. Constituían el eje central de la programación del Canal de las Estrellas, que incluía cinco o seis distintas cada día, y su gran audiencia generaba sinergias con el resto de programas.
Era el producto estrella de la casa y lo vendían en numerosos mercados, a unos 50 países incluyendo India, Rusia y Japón. México ocupaba el primer lugar mundial en el mercado de las telenovelas. “Nuestro principal negocio”, subrayó.
Me explicó con detalle cómo funcionaba el sistema. Grababan nueve obras simultáneamente. De cada una se obtenía un capítulo por día. Para ahorrar tiempo, los actores no ensayaban en seco. Una vez maquillados y vestidos, iban directamente a grabar colocándose en el set y moviéndose según las instrucciones que recibían desde la cabina a través de un pinganillo escondido detrás de la oreja. Tampoco se aprendían los diálogos, los leían en el teleprompter. Me pareció una fábrica, no un sitio donde se hacía arte.
Mientras hablaba, yo me preguntaba ¿por qué me cuenta todo esto a mí?
Pronto obtuve la respuesta, cuando él abordó lo que era el objetivo central de su exposición. Ante una demanda internacional que crecía, Televisa iba a crear nuevos centros de producción de telenovelas y estaban evaluando dónde los establecerían.
Se manejaban sitios como Tijuana y Miami y últimamente había surgido una corriente a favor de fabricarlas en Cuba donde, argumentó, había nacido el género en los años 50, se había creado el gran éxito internacional “El derecho de nacer”, existía una cultura de series dramatizadas de calidad y, lo más importante, estaba por explotar una gran mina de talento autoral e interpretativo.
Para mí, fue una lección en vivo y en directo de cómo trabajaba una gran empresa, cómo tejían una red de relaciones para conseguir sus objetivos.
Até cabos. Ahora me cuadraba el tinglado de las cosas y situaciones que habían estado ocurriendo y que, aparentemente, no tenían conexión entre sí:
·         la entrada nuestra en OTI gracias a los mexicanos;
·         la invitación a participar en el festival;
·         “La movida” desde Tropicana*;
·         la entrevista de Verónica Castro a intérpretes de telenovelas cubanas;
·         los contactos entre Román y los ejecutivos de Televisa;
·         la importancia que se le dio a nuestra presencia en Acapulco;
·         la apertura de una corresponsalía de nuestro Noticiario Nacional de Televisión en México;
·         el tratamiento exquisito que recibí durante mi visita a las instalaciones de San Ángel…
Todos los pasos se movían en una dirección, en función de unos propósitos muy bien calculados: de entrada hacer negocios con Cuba, producir telenovelas en La Habana y más tarde o más temprano, (...) cuando el previsible cambio llegara, ya ellos estarían con un pie dentro de la isla, listos para poner el otro, ocupando una posición ventajosa en la situación que se presentase.

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Un episodio con el corresponsal de Televisa en La Habana puso fin al romance que no se renovaría ni siquiera para la adquisición de programas (muy distantes del patrón ideológico y cultural que el ICRT invoca).
Con excepción de El tesoro del saber (una joyita) y La antorcha encendida (un bodrio en toda la extensión de la palabra), Cuba no importaría más contenido de esa red.
No sé si  reír o llorar, sufrir o alegrarme. La inyección del capital y la experiencia de una empresa como Televisa habría 'oxigenado' la irregular producción cubana, que lejos de depurarse con el tiempo se ha estancado más.  
¿Ahora podrían conciliarse el comercialismo desmedido de los mexicanos y los remilgos esteticistas de los cubanos? Difícil. No imagino siquiera el tipo de producto que generaría esta interacción.
Por aquel entonces Trimagen, lanzó una convocatoria con todas las de la ley para la producción de la telenovelas. 
Se ponían pautas exactas de personajes, sets y realización (inusuales aún hoy en la producción criolla). Quizás fuera la antesala de esta idea.  
El tiempo probó que la empresa desistiría de sus planes. Ni siquiera el boom de los 90, con la caída del campo socialista y la apertura a la TV comercial y al folletín, hizo que Televisa multiplicara sus centros de realización.
Miami – su mercado más rentable – devino un polo discreto de producción dramática de Venevisión y algunas empresas locales, pero básicamente se sirvió de las artes de productoras colombianas, que asumieron la programación novelada de Telemundo.
Para mí es evidente que los EUA orientaron todos sus capitales mediáticos a Colombia en el marco de su contraofensiva ideológica en América Latina. 
O sea que el esplendor de las telenovela colombiana se debió, en parte, si no en mucho, a las proyecciones políticas de los americanos.  
Hoy en día, que la cadena suprimió su novela de las 4 y los rating penan (aunque sigan dominando las listas), la lógica es reducir costos, no expandirse. Los mercados siguen cautivos, pero la telenovela mexicana muestra su desgaste y ha perdido pantallas a lo largo del mundo. 
Muy a pesar de eso, no existe atisbo de un cambio de filosofía y salvo la explotación de guiones y caras ya probados en otros lares, Televisa no necesita de otros para proseguir su imperio. Mucho menos de la impronta que el talento cubano podría imprimirle a su obra.
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La movida en Cuba
 
Recuerdo las emisiones habaneras de La movida. Las vi en vivo.
Utilizaron muebles de mimbre que si no me equivoco se empleaban habitualmente en la escenografía de Contacto, el cual por esa misma época ganó dos horas más en las noches de sábado (no sé si por influencia del programa de la Vero), desplazando a De la gran escena que nunca más recuperó la media hora que le tumbaron.   
Según Pedraza, la parte mexicana no se conformó con el estudio 19, donde se hacían los musicales de la TVC y optaron por Tropicana. 

La mayoría de los artistas cubanos que desfilaron por el escenario del famoso cabaret se comportaron como colegialas románticas ante el primer novio. Impostando voces y con poses calculadas, todo terminaba en risitas falsas y forzada cordialidad. 

Había que luchar el espacio en el 'paraíso'...'bajo las estrellas'.

Por más que trató, y mira que hizo muecas, Mirtha Medina no pudo ocultar los defectos de su dentadura (alguien que la 'querría mucho' le hizo el 'favor' colocándola en su peor ángulo, aun y cuando la Vero con otros había ocupado el lado derecho del set). 

Hasta Rosita Fornés, diva por derecho propio, tuvo que hacer piruetas para agradar a la anfitriona y seducir al público internacional dedicándole su mirada más subyugante: pa' los que no se acuerdan, aquí estoy yo, amo a los mexicanos y quiero hacer una novela por allá. 
Aprovechando las circunstancias, el director le habló a la asistente de la Mera-Mera, de su proyecto de novela y Verónica Castro llegó a dialogar al respecto con éste, aduciendo que sería preciso adaptar el argumento a México, extenderlo al número habitual de capítulos en aquel entonces y hacer los necesarios de estilo. Sin embargo, la vida quiso otra cosa... Los emigrados cubanos protestaron contra la Castro y rompieron, como es habitual, sus discos. 

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