Fina estampa: más sabe el diablo

En un comentario previo sobre Fina estampa dije que la edad era enemiga del talento. Hoy, después de cien capítulos, tengo que reconocer que más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

Dueña de la mayor audiencia de la década hasta el presente, la novela de Aguinaldo Silva y cía., prueba que sus números son tan 'justos', como sus críticas.

Tras un mes y pico, virtualmente insufrible, la telenovela despuntó y lo hizo de tal modo que viene presentado una variedad de situaciones y un grado de imaginación que, sin llegar a la excelencia, hablan bastante bien de la salud del culebrón.

Al mismo tiempo se las arregla para rozar algunos asuntos polémicos de la sociedad brasileña, con humor, no siempre fino, pero que en ocasiones deviene aguda ironía.

Aguinaldo Silva es así: desbocado y directo. 

Sin ser un tratado sociológico, Fina estampa retrata la contradicción existente entre la clase alta y la clase media emergente.

De aquellos que el PT, en sus dos gobiernos, sacó de la pobreza, para sumarlos al consumo - o lo que es lo mismo: los puso en el mapa sociopolítico brasileño, no sin contradicciones, como bien muestra la trama.

La inmensa mayoría no llegó a los millones de Griselda (de hecho dudo que alguno). Pero Griselda es la mejor metáfora de ese ascenso 'meteórico' y mal encarado por los ricos.

Teresa Cristina, a su vez, encarna el otro bando (muy barroco, excesivamente intenso, como queriendo aguijonear - también  - a esos ricos que se creen, pero no son tanto).

La pauta de la 'nueva' clase C se capta en cada detalle. Desde la puesta, nada sofisticada y muy 'plana' en la mayoría de los sentidos. Hasta la paleta de colores.

La 'nueva' clase media empezó a comprar, empezó a viajar, subió en el escalón de la vida, pero no superó sus décadas de retraso intelectual, ni las 'limitaciones' de su gusto.

Al menos así lo percibe esa élite que habla por boca de la sra. Siqueira de Velmont.

Como en otras obras de Aguinaldo Silva, la mirada ha sido Brasil-adentro (mientras que los otros, como los potentados, siempre ponen su mirada afuera).

Por ende, el Tom & Jerry que a diario vemos es algo más que la confrontación de dos mujeres por un hombre.

Es expresión de algo que allá es una aventura cotidiana: el ejercicio del prejuicio y la reivindicación, poco lograda, del estamento humillado.

Es de notar, que Silva (o quien generó la trama), en vez de desempolvar consignas, personificó el drama. Personalizó el conflicto, como manda el libro y siempre insisto.

A la contradicción social se le agregó un motivo novelesco, mas plausible.

Griselda entra como sujeto del prejuicio y poco a poco se apodera de todo lo de la madama. Magnificando lo que está en juego y haciendo creíble el desafío.

Cierto que Teresa Cristina ronda lo patético y parece mala de dibujo animado.

Pero también hacen por darle breves y a veces impostados toques 'emotivos', en ese eterno ejercicio de rejuegos psicológicos que llamamos telenovela brasileña. 

Un gran plus de esta historia es que la protagonista nunca pierde su corona.

Por muchas tramas fuertes que se tengan - y aquí hay varias - la 'bigotona' sigue firme y fuerte, como su propio carácter, sin que la consuman los otros personajes.

Haciendo uso de las reglas de La Maga - Janete Clair, maestra de la escritura novelada - se han invertido parejas y se han refundido otras.

Se dividió la trama por segmentos, logrando un clímax importante a mitad de historia que avanza ahora con cartas nuevas para rematar la jugada. 


Nadie es lo que parece ser: era el slogan de la campaña de lanzamiento

Gran importancia ganó el papel de Teodora y sus zigzagueos con Quincé y el niño. La humanización del personaje contribuyó a que se volviera más inquietante.

Dagmar y el Luchador han cedido espacio. Así como Antenor y Patricia que tuvieron su cuarto de hora con el embarazo y el aborto.

En su lugar entraron con fuerza Rafael y Amalia, que han acaparado la posición de pareja romántica que, ciertamente, le falta a René y Griselda, con toda y la oposición de la villana.

La transformación, 'inesperada', de Zuleika, la ha sacado del remojo y ha movilizado esta línea.

Igual que sale del remojo Gloria que hacía, como ésta, figuración, digamos que de 'lujo', aunque ni una, ni la otra son grandes estrellas.

El descubrimiento de las trampas con el embarazo in vitro abre otro frente de batalla que se desarrollará en los capítulos siguientes.   

Incluso la trama del tesoro, más digna de una aventura de las siete, se inscribe con naturalidad en esta narrativa que no pretende ser erudita, pero sí es muy efectiva.

Pereirinha y su 'robalo', llenan de doble sentido las noches criollas, mostrando que la clase alta también se 'contamina'.


Humor y tragedia en un personaje delicioso


Como se ha vuelto moda, el gay se roba la escena y acapara los lauros del público.

De hecho, el Crô de Fina estampa, fue el que de un modo u otro le allanó el camino al Félix de Rastros de mentiras, igualmente popular (aunque en una dimensión y sentido diferentes). 

El dúo dinámico entre la Reina del Nilo y su esclavo, ha dado escenas hilarantes en que el humor va de la mano del lenguaje altamente irreverente, muy poco visto en los dramatizados antillanos. 


No deja de ser osada, cuando insinúa una relación más íntima entre la anciana tía Iris y la masculina Alice. 

También juega con el eros cuando saca, con razón o sin ella, a los galanes - más que abundantes - en paños menores. El sexo vende. 


Algunos personajes son francamente esporádicos como Luana que empezó como prostituta en la playa - incluso perfiló un conflicto más duro - y quedó de vidente-comodín para anunciar - al estilo de la narradora de Oshín - algunos acontecimientos que  habrán de 'inquietarnos'. 

En otros casos, la edición internacional debe haber menguado bastante los encuentros y desencuentros de Juan y Leticia, cuya hija - junto a René Jr. y Leonardo - tenía más destaque en los primeros episodios. 

Un personaje que rodó por distintas posiciones destacadas - a pesar de la limitación de su intérprete - ha sido Leonardo que ya duplicó la función de Antenor como hijo insatisfecho e ingrato, luego siguió como bandido de poca monta ¡incluso fue gigoló de calle! para ahora ser candidato a luchador. 

Tendrá talentos ocultos que apreciará la dirección, encabezada por el también actor Wolf Maia (con otro rol forzado, sólo para darle participación en sus novelas) y en la que prima el pragmatismo visual y el toque de postal.

Las canciones volvieron, en económicos fragmentos (los derechos conexos deben haber aumentado de precio). Pero son un aderezo agradable que complementa las cortinas llenas de paisajes de la Barra da Tijuca, el Miami Tupiniquim, cuyos aires frívolos nos refrescan de lunes a viernes en las noches de Cubavisión. 

Antón Vélez Bichkov ©
 

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