Cinderella siglo XXI


Por: Antón Vélez Bichkov © 

Las Cenicientas del s. XXI andan un poco cambiadas. Que los diga Anastassia Steele de 50 matices de gris convenientemente exhiba por Multivisión después de la medianoche. 

Lo que empieza un poco como un culebrón, en que chica pobre conoce a chico rico por casualidad, deriva en un porno bondage sofisticado sobre el despertar vacilante de una [posible] masoquista y las embestidas (auto)transformadoras del amo. 

Adaptado de un libro (obvio: sólo un libro puede desplegar con tal detalle todas las etapas de una seducción tan intrincada), el filme muestra cómo se van acomodando los caracteres y deseos y lo principal: cómo lo que parecía el dominio del señor se vuelve el poderío de la sometida.  
 
Pautada por un acuerdo de reserva y un contrato de conformidad la relación sufre varias escaladas. 

Desde la pragmática frialdad de Grey, con cuyo apellido se juega en el título, hasta la tórrida cúspide sexual en que éste, al obtener lo que realmente busca, lo pierde… 

En el intermedio, ese leit-motiv constante en que la presa se vuelve cazador, en el minuto que éste rompe sus propias reglas para lograr el fin a toda costa.

Arropada en el glamur de este tipo de novelas, la obra escrita, lo más probable, gane en elaboración literaria y en escarceos psicológicos (aunque la crítica lo desmiente). 

Pero no busca mucho más que ese placer culpable que despierta un modo tan propio de amar. La película no da razones para pensar diferente.

Junto al minucioso duelo de dos psiquis contrastantes, y a su vez complementarias, es muy gráfica en las escenas de cama.

Sin las segundas sería hipócrita e innecesaria. Sin lo primero abortaría su sentido, pues el cuerpo es apenas un medio. El estímulo real es la dominación del alma.  

Como un marqués de Sade moderno, Grey, self-made man que a sus 27 años controla un imperio, va desplegando sus armas contra Ana, la víctima perfecta: joven, frágil, retraída… (a punto de graduarse de literatura inglesa en una universidad del norte)

Su aparente candidez resulta magnética para un tipo que lo tiene todo al alcance de su mano y en su impositiva diligencia ya da síntomas de una vocación extraña.   

La caída de la primera escena es sintomática. Perfila el relato en el mejor canon. Él tiende su mano. Ella acepta la ayuda. Y a partir de ahí… sólo hace falta tiempo.

Desde el principio Grey se muestra firme. La va conquistando de un modo clásico y al mismo tiempo marcando la distancia. La prueba. Ve si asume su mandato… más allá de lo que el instinto tolera.

Toda mujer desea que el macho la someta. Pero hasta un límite. ¿Lo irá a pasar?   

Las armas se vuelven textuales cuando en el cuarto de tortura le abre el lado que resguarda en las sombras.

Su virginidad le echa sal a la herida y hace más apetecible el paquete.

Y con ello provoca al consumidor que involuntariamente se deja arrastrar por este juego de poderes.  

¡Todo un menú para una mente… retorcida? ¡No, qué va, si esto es sadomasoquismo de supermercado! 

Un precocido para revolver las hormonas del morbo. Si después de eso Ud. quiere probar algo más... problema suyo. Nosotros no hicimos para tanto. Dirá su equipo y tendrá razón.

Curiosamente, tanto el original, como el filme salen de manos femeninas: E. L. James, Kelly Marcel & Sam Taylor-Wood, probando que no hay peor cuña que la del propio palo o que la mente esconde muchas cosas... 

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