Por: Antón Vélez Bichkov
Algunos me critican las reseñas de estreno. Alegan que
tengo que ‘darle un chance’ a los programas y esperar para emitir criterio. En
mi defensa, sólo decir que no fui yo quien inventó los comentarios de este tipo
y que hasta las puestas de teatro, que por fuerza, deben depurar sus
contenidos, reciben un repaso de la crítica, aunque les quede una historia por
delante…
El espectador criollo es benevolente. La falta
de opción lo hizo desdoblar una virtud escasa en esta era de urgencias: la
comprensión mezclada con la espera. “Vamos a ver, quizás se pone bueno/a”. Con
este mantra de la apreciación televisiva me dispuse a ver, con otros ojos,
programas que critiqué recientemente y estas fueron las respuestas:
Colmena
TV: sí
Sí, se puso ‘buena’. Quizás fui injusto en mi primer enfoque. No fue, en sentido estricto, el programa; tan sólo una
introducción que aún me sabe insuficiente. Pero el programa como tal fue una
delicia. No importa que los niños canten cosas de adultos y que la mayoría
desafine como un sordo; lo importante es que ellos se divirtieron y nosotros
con ellos.
El show, grandioso para una TV como la cubana (y no sólo),
ganó cuando optó por la síntesis: los temas se acortaron, para ajustarse a la
hora (y supongo, no exponer demasiado a los pequeños); lo mismo vale para el
baile y los sketchs. Si en Sonando… el festival de egos puede ser tedioso
(sobre todo cuando el cantante no vale la pena y muchos no la valen), aquí todo
está en la justa medida.
El jurado, que sí califica y da criterios (pensé que
no, señal de la ineficiente difusión de las reglas), buscó el verbo adecuado, sobre todo
Carmen Rosa, a la que le tocó ‘bailar con la más fea’ (sic). Los presentadores,
siguen teatrales, pero tolerables, pues hablan el mínimo indispensable.
El audio de tan bueno, parece pre-grabado. En las
canciones obvio. Creo que lo es.
Pero la mejor parte, sin duda alguna, es esa niña que
hace las veces de entrevistadora y que dirige, por momentos impaciente, a su
inexperto camarógrafo de celular, un niño igual que ella que por más que trata
nunca halla el encuadre perfecto;
Hilarante la escena cuando entrevista a Reina Beatriz
(también espléndida en su rol de abejita) y so pretexto de sostenerle la barra
de chocolate le entrega el micrófono y nunca se la devuelve…
Pensé que no había
aquí gente capaz de generar ideas tan refrescantes.
Único menos: programa en que… no donde,
adverbio de lugar.
Novela
cubana: no
La novela cubana no se ha puesto buena y dudo que se
ponga. No con ese guión y no por ahora. Al parecer usando la regla del tres, los
cuatro libretistas de Hermanos de sangre
(ahora En tiempos de amar),
reservaron su principal detonante para el final del tercer capítulo (ver video abajo).
Para ello, urdieron una trama muy Tras la huella y que, al menos en pantalla, no estuvo bien
resuelta. La situación con las facturas falseadas lució muy macheteada.
Fragmentada en realidad. Quizás por la edición que, como en otras ocasiones, ‘agiliza’
así textos morosos.
Aquí los embates de Manuel y su cuñada, la villana
pelirroja (sorry, pero su nombre no lo grabé), dominaron todo el capítulo, aireado
con algunas pinceladas de la ‘vida adolescente’ y del naciente romance de
Beatriz Viñas y Roque Moreno (again!
a) como pareja; b) él como carnicero – en La sal… era vendedor de agro; c) ella
como madre de adolescente problemático, en otra dirigida por Fiallo: Soledad,
2ª parte de Bajo el mismo sol).
Tira y encoje, sazonado por diálogos sufribles,
actuaciones a su altura (felizmente, el gerente intransigente entrará en coma,
pero la malvada pelirroja seguirá ‘haciendo estragos’), agudizados por encuadres
incómodos, como quien está hacinado en una esquina o en un set de 1 x 1.
Si la idea de los guionistas era crear empatía con el
personaje, no funcionó, pues ni en el capítulo uno, ni el dos, el personaje
tuvo una trayectoria fuerte; su amor con el personaje de Maikel Amelia, fue
más endeble aún.
Como los comentarios sobre los galardones del rol de
Alejandro Cuervo, un barman único, pero ‘modesto’. ¿?
Escrito hace, quizás, una década, el libreto tuvo que pasar, seguro, por ajustes operativos (ej.: “¿cuánto me habrá gastado?” sobre una llamada de un fijo a un celular), pero dejó intacto el diálogo sobre la impresión de un trabajo práctico (cuando lugares para imprimir, al menos en La Habana, hoy se sobran y a precios realmente módicos).
De los temas sonó algún que otro fragmento aquí y
allá. La canción final, creo, es la misma. No las distingo. Percibí que la
despedida es la presentación pero al revés.
Sigue faltando información, que debe reciclarse en los parlamentos de
los personajes, pues no estamos obligados a ver cada capítulo y no nos puede faltar para comprenderla.
Ejemplo reciente de ello eran los cansones, pero necesario recuentos de Rastros de mentiras que llegó a abusar del recurso al explicarnos en un mismo episodio escenas vistas minutos antes.
En una escritura más moderna, la situación de marras abría
cerrado el capítulo de estreno, creando algún detonante fuerte para abrir la
noche de año nuevo que empatara con este conflicto. El efecto, con respecto al
comatoso, sería el mismo y el impacto mayor sobre un espectador ‘paciente’, pero mucho
más ‘informado’ en material audiovisual.
(nota: no veo qué impide poner la brasileña tras esta, si dura 30 min., no 45 como la anunciaron)
Programación de verano: tampoco
La programación se verano se muestra operativa. Ajusta
su sobrecargada parilla, sobre todo los jueves, que admitiría incluso algunas
supresiones.
¿Tiene sentido duplicarle la frecuencia a un programa
muy bien localizado en otro canal en detrimento de espacios propios que no?
Por mucho que no me guste, un De la gran escena,
rondando la medianoche es excesivo. ‘Gracias a Dios’, ‘mejora’ su horario. Pero
las viejitas seguirán reclamando…
El esquema admite además otras racionalizaciones. Ya
sea en cantidad de espacios, la calidad de sus ubicaciones e intencionalidad.
No importan cuán ‘científicos’ son los métodos que la sustentan,
la grilla de la TVC, Cubavisión en particular, es incómoda y no prioriza la
visión del programa.
Los hábitos de consumo estaban ajustados a una
aventura a las siete y media, por ejemplo. Hace dos décadas que la aventura se
esfumó (la del Canal Educativo, enlatada o de repetición, no rescata esa rutina). Otros hábitos se modulan
o se modelan.
Hay que acabar de mover determinados esquemas, acabar
de poblar las tardes de Cubavisión, malgastadas en emisiones fantasmas; mejorar
y garantizar los espacios de retransmisiones (al menos de los extranjeros que no llevan pago por exhibición), para
que el público vea sus programas cuando quiera (de preferencia no de madrugada
o rozando el amanecer);
Acabar de afianzar la frecuencia diaria de la novela
brasileña y encontrar un espacio para la itinerante novela cubana, la única que
no se puede garantizar (como ha probado la vida) debería ser otra prioridad a
despecho de remilgos de toda clase.
No todo se resuelve con estadísticas (34 de esto, 55
de lo otro).
Somos
familia: tal vez
Foto: Vanguardia.cu |
Somos familia lució mejor en su segunda emisión. Los
concursantes siguieron en un segundo plano. Marino, Maureen y los humoristas,
dominando. Marcos García y Yuni Bolaños fueron superiores en su papel de ‘hijos
adoptivos’ y Facundo Correcto (Andy), como en el caso de Doimeadiós, un plus,
pero al mismo tiempo un facilismo salpicado de lugar común.
Lo único que falta
es que inviten a Pánfilo…
(que se asombrará también de la espléndida
escenografía... la que no tiene él)
El audio se resolvió. La orquesta casi no se oyó.
Falta que erradiquen la fanfarria… ¡Somos familia!
La
neurona…: ¿por qué no?
La neurona intranquila volvió a tener la misma cara, a
pesar del up-grade (se me pegó la palabrita). La banda sonora de siempre le
devolvió ese sabor que la hacía básicamente aceptable.
Detalle, con el cambió de Pa’ que suenes para el
jueves, de miércoles a domingo, RTV Comercial ‘domina’ el horario de las 8 y 30
de la noche.
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