Siempre se
dice que el público hace el 50% del show y de la última vez que vi a La Valdés en
Fábrica de arte a esta, hay una diferencia. Yanet estaba ahí. Entera. Total.
Pero el público también. Ellos fueron a oír buena música y la obtuvieron.
A La Valdés
y Meroño, director musical y arreglista de su grupo, les hizo bien cercarse de
instrumentistas jóvenes que saben ‘leer’ las orquestaciones de las que hablamos
en el comentario anterior.
Orquestaciones
que han crecido. Como el buen vino – y sé que suena a cliché – añejo, pero con
un aroma fresco.
Es evidente,
que se han pulido (aunque hay alguna que otra que aún no encontró su forma,
ejemplo: Nostalgia que pide a gritos que le ‘devuelvan’ el tango y con ello su
especial atmósfera).
La propia
intérprete se siente como pez en el agua con este repertorio que trae clásicos
de la música cubana, latinoamericana y anglo que, en lecturas muy actuales,
incluso con un toque de futuro, se abren paso entre una generación, totalmente
virgen en este aspecto.
A Meroño hay
que prestarle atención. Digo, si la idea es mirar más allá de lo ya hecho.
El ¿Qué te
pedí? – marca registrada de La Lupe – viene con un ropaje contemporáneo y
arranca – como de hecho todas las piezas – aplausos y reacciones de la gente
que, a pesar de los tragos y la distracción de la compañía, entabló con Yanet
la complicidad que genera la entrega del artista.
La Valdés,
como ya es usual, muestra intimidad con los standards
y se los traduce a la platea. Piezas que esta generación desarraigada nunca
asumiría como suyas.
Hay que
reconocerlo, no todos las oían por primera vez y a esos les valía la emoción de
lo conocido. Pero la gran mayoría reaccionaba a los nuevos aires. Y en eso, una
vez más, el mérito es de los arreglos y la ejecución.
El
repertorio fue básicamente el mismo. El que viene trabajando hace un tiempo en
esta etapa de su carrera que tuvo su primer gran salto con el premio Jójazz,
recibido en el 2005.
Justamente,
en el marco del Jójazz, que este año cumplió su vigésimo aniversario, se
celebró este concierto, que estuvo antecedido por la gala de apertura en la que
La Valdés también cantó, cercada por la Jazzband del maestro Joaquín
Betancourt.
Cry me a
river sonó en su voz en la sala Tito Junco del complejo cultural Bertolt
Brecht, donde este jueves 16 de noviembre se reunieron antiguos premios del
concurso.
El bis,
inmejorable, resultó un ejercicio de improvisación sobre un canto afrocubano de
Şàngó.
Perfectamente
acomodada en la nueva sonoridad, la invocación parecía lista de antemano, pero
según nos explicaron fue casi construida en el momento.
De Mamá
Inés, cierre y clímax del concierto, ni voy a hablar. Es la pieza más perfecta de esta cosecha y
clasifica, sin temor a exagerar, entre las mejores que se hayan hecho hasta
ahora.
Acompañaron
a La Valdés en esta empresa: Alejandro Meroño, Marcos Morales, Yasel Muñoz,
Raciel Aldama, Emir Santa Cruz, Ernesto Herrera y Raúl Fernández.
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