Por: Antón Vélez Bichkov ©
Era mucha tentación pensar que el jurado del Guzmán le diría a Roberto Novo la verdad sobre su pieza. Tras rompernos los tímpanos con una de las letras más embarazosas de todos los tiempos (al menos en la música cubana), sucedió lo esperado: Pretexto, la gran sorpresa del concurso, quedó en la polémica zona de peligro y el compositor, laureado, pero invisible, a flote, gracias a la matemática del nombre.
Le quedan, no obstante, lecciones por aprender. Una de ellas, que hay muchos temas con nombre de mujer. Giselle inclusive (Raúl Torres, 2008). La otra: que los pinceles no arreglan vidas…
Rehén de un método equívoco, de la producción y sus seducciones, incluso de sus propias trayectorias (que como todo lo estético tiene buenas y malas opciones), el jurado no sale de su propia zona de confort en que lejos de evaluar una canción como hecho musical sólo dispensa impresiones.
Era mucha tentación pensar que el jurado del Guzmán le diría a Roberto Novo la verdad sobre su pieza. Tras rompernos los tímpanos con una de las letras más embarazosas de todos los tiempos (al menos en la música cubana), sucedió lo esperado: Pretexto, la gran sorpresa del concurso, quedó en la polémica zona de peligro y el compositor, laureado, pero invisible, a flote, gracias a la matemática del nombre.
Con la mirada empapada de
recelo, como quien verifica cada coma y al mismo tiempo advierte: «hablen bonito, que yo sé de esto»,
el cienfueguero escuchó los ditirambos a su obra.
Me atrevo asegurar que no
quedó conforme. Pero, al menos, no salió por la trastienda.
No hay que ser
especialista para entender que hubo mucha ficción
y malabares en estas reflexiones de
los jueces.
No hay que ser
especialista para entender que los hermanos Novo, aunque cuenten con el crédito
del gremio, no entran en la realeza de la trova.
La mejor prueba la da el historial
de la propia competencia. Tantas veces enlistados. Tantas veces mimados por los
premios. ¿Y qué ha pasado?
Incómodo hasta la impericia,
el texto no refleja un arte, ni siquiera un oficio aventajado.
Se pierde en imágenes de
pobre hechura, le falta un hilo narrativo y para rematar nos violenta los oídos
con un diptongo pornográfico, por lo mal que suena.
Si no fuera tan
vocalmente sucio (te-i-te-a), el tienta de Roberto Novo seguiría sobrando
en proporción a la frecuencia de su uso. ¿Qué decir del tiéntame? ¡Para romperse la lengua!
No basta con que esté en el diccionario.
Tiene que caber en el coloquio. En la frase. Y de ser posible, en el imaginario
colectivo de la poesía, que acepta muchos pies forzados y al mismo tiempo sabe lo que queda fuera.
***
No todo el mundo es Chico Buarque para
desbaratar un pa-ra-le-le-pí-pe-do y acotejarlo, así por partes, en el ondulado
cuerpo de un samba.
Por un inexplicable cálculo,
en unas, los géneros santifican los
defectos. En otras, no se respetan las más elementales pautas de la eufonía y
el buen hacer artístico. ¿En qué quedamos, hay
reglas o no las hay, Yianela?
Una formación musical no
implica una iluminación artística. Mucho menos una veta literaria. Por ello,
muchas de las grandes canciones de la historia han contado con un compositor y
un letrista. Cada musa con su tema.
La falta de texto o su
exceso, siguen siendo los peores lastres de la música criolla.
La noche ya andaba coja
con la sobrevalorada Espera que por
un instante se hizo del trono hasta que empató con Giselle, de Abel Geronés.
En un continuo que
llevaba pausas breves y marcadas, las estrofas se fundieron, perdiendo el
efecto de cada nuevo golpe: Espera... no
temas... nos queda... Arreglo y ejecución no captaron el
sensacionalismo calculado de estos verbos.
Lo único que quedó claro
era que había inicios de impacto. El resto de la regular letra se desperdigó en
una orquestación muy arriba y una interpretación inconsecuente. Carmen Rosa se
lo dijo: «no te mandes a correr para que todos te caigan atrás».
Para colmo, la autora cita — ¿sin querer? — La nave del olvido de cuyo estribillo
cansón también toma prestado el
título:
«Tengo entre mis manos primaveras» « Espera... aún tenemos todo el tiempo de la vida» (Arelis Rivero).«Espera, aún me quedan en mis manos primaveras/ Para colmarte de caricias todas nuevas/ que morirían en mis manos si te fueras. Espera un poco, un poquito más» (Dino Ramos).
¿Dónde estuvo el jurado
que no se dio cuenta de una pifia tan obvia?
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Hablando de jurado… Con
la canción de Geronés, Israel Rojas debió haberse excusado. Él entenderá
perfectamente. Digo, si aún recuerda su formación jurídica: quien ya hizo dúo con uno de los concursantes, nunca será un juez objetivo.
El único alegato capaz de
resolver este conflicto de intereses, estaría en la tonada misma, mucho más
grande en el palco que en el papel.
Intimidado ante la
platea, el cantautor pierde la seguridad que le vimos en el video. La mano le
tiembla. El gesto vacila. Y aun así logra crecerse y nos brinda una balada
entre Sin bandera y Seal (Kiss from a rose). Mejor resuelta en el estribillo que en el cuerpo.
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Difícil la canción que… empieza con ese vocablo |
Le quedan, no obstante, lecciones por aprender. Una de ellas, que hay muchos temas con nombre de mujer. Giselle inclusive (Raúl Torres, 2008). La otra: que los pinceles no arreglan vidas…
Otra baja en el sentido
poético y la cultura de la palabra, con la cual hay un divorcio… y no
precisamente a la italiana.
Las musas, no sólo se
suplantan, sino que ya no vienen con frecuencia. Serán problemas del
transporte… Señores, no se puede inflar tanto la metáfora.
Y es doblemente doloroso,
pues justo ayer los jueces empezaron a emitir criterios. No llego al extremo —
absurdo — de decir que el jurado es parcial o está comprado. Ya oí cosas semejantes y
no puedo darles la razón.
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Dúo saudade: en la zona de peligro por la lógica de los números |
Rehén de un método equívoco, de la producción y sus seducciones, incluso de sus propias trayectorias (que como todo lo estético tiene buenas y malas opciones), el jurado no sale de su propia zona de confort en que lejos de evaluar una canción como hecho musical sólo dispensa impresiones.
No existe una tabla de
parámetros que los obligue a aquilatar la obra en sus diferentes virtudes. Se juzga un todo. El mismo que llega al gran
público. Sí. Pero eso lo puede hacer la gente.
No es injusto, es
irracional que dos composiciones tan dispares como Pretexto y Desengaño
terminen en el mismo saco por una cuestión de promedios.
Si se deja al gusto
colectivo — como vimos ayer — el dúo muere en la orilla. Le tocaba a los expertos garantizar su presencia.
No vale su excusa de que
en la segunda etapa serán más acuciosos, porque el escrutinio debió empezar
mucho antes: en la selección tan poco respetable que se hizo de versos mal
escritos y títulos repetitivos*.
PS. Siguen los lugares
comunes: cuando pensé que el homenajeado era Ramón Veloz, resultó que se
trataba de Polo Montañés. *Ojalá,
Será, Espera…
--- Concurso Guzmán: No puedo ser feliz...
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